martes, 2 de junio de 2015

CONCURSO LITERARIO 2015

El 26 de mayo entregamos los premios del Concurso literario Ángel Vallejo, certamen que se ha podido llevar a cabo gracias al patrocinio del AMPA y al compromiso de todos los miembros de la comunidad escolar.

        
         Estos son los ganadores del concurso de este año:

1º ESO        Primer premio compartido: Sandra Navarro Miranda 1ºA
                                                        Patricia López Aldehuela 1ºB
                   Accésit : Patricia Hernández Sastre 1ºB
2º ESO       
                   Primer premio: Marta Espinosa  Nuevo        2ºD
                   Accésit primero: Jorge Verdugo Arroyo      2ºD
                   Accésit segundo: Alberto Vera          Álvarez       2ºA

3º ESO        Primer premio: Alicia Cañizares Funes         3ºC
                   Accésit primero: Arturo Precioso Garcelán 3ºD
                   Accésit segundo: Jesús Rosales Magallanes  3ºC

4º ESO        Primer premio: Irene Vera Yuste                 4ºB
                   Accésit primero : Rebeca Rojo Cubero         4ºA
                   Accésit segundo: Lucía Santonja Huete        4ºC

1º BTO        Primer premio: Alejandro Rosales Huergo   1ºBTO B
Accésit primero: Gema Mª Camino Bravo     1ºBTO A              




Premio al mejor cartel: Lucía Vega Rivera              2ºESO C

























Primer premio compartido: S. N. M. 1ºA


LA PUERTA
Es una tarde fría, lúgubre. Está lloviendo. No hay nadie en la calle más que yo. Todo es gris, oscuro, frío. No hay coches, no hay motos. Los parques están vacíos. Sigo caminando. La lluvia azota mi rostro con furia, como si me estuviese golpeando la cara. No hay colores, todo es triste. Me detengo a contemplar el paisaje. Mis ojos recorren la calle; se paran al observar una puerta, pero no es una puerta normal. Es roja, colorida, alegre. Está cerrada. Sigo andando. No paro de pensar en la puerta, tan roja, tan colorida, pero cerrada. Seguro que guarda un misterio, y está ahí, quieta, esperando que alguien la abra y lo descubra. Llego a casa. Es tarde; ceno y me acuesto. No puedo dormir, así que repaso mentalmente como ha sido mi día. Cuando llego al recuerdo de la puerta, pienso en los sentimientos que me ha transmitido. Alegría, curiosidad, duda. Al final me duermo.
Vuelvo a estar delante de la puerta. Ella sigue ahí, roja, cerrada, misteriosa. Dudo unos instantes, y finalmente me decido a abrirla. Pesa mucho. Hago uso de todas mis fuerzas. La puerta no se mueve. Esta abierta, razono, pero no se abre. ¿Habré hecho algo mal?
“Desea”
Me despierto, es temprano. Me levanto, me visto y desayuno. Salgo a la calle. Es un día soleado, hay más gente. Vuelvo al lugar donde estaba la puerta.
No la encuentro, ha desaparecido.
“Desea”
Vuelvo a oír esa voz en mi mente. No la tengo en cuenta.
“Desea”
Tengo curiosidad, pero hago caso omiso.
“Desea”
¿Qué hago? Desearía volver a ver la puerta…
Miro la calle de enfrente y la veo. La puerta vuelve a estar ahí.
Parpadeo, incrédulo. La puerta no se mueve.
Cruzo la calle, me aproximo a la puerta.
Una vez más intento abrirla. De nuevo, ésta no se mueve.
“Desea”
Otra vez. ¿Por qué pensare eso?
“Desea”
Desea…Desea…Desea
Por fin, comprendo. Me pongo frente a la puerta. Cojo aire, hasta llenar mis pulmones. Lo suelto de una bocanada. Pruebo otra vez. Se mueve. Y así, lleno de curiosidad, cruzo el marco de la puerta y me adentro en lo desconocido.

Patricia Hernández Sastre 1º B ESO


UNA SORPRESA INESPERADA
Cuenta  la leyenda que en la calle Lorenza hay una casa muy antigua, a la que cada 31 de octubre los espíritus van a pasar el día. Muchos dicen que es verdad, pero otros no se lo creen, ya que nadie ha visto nunca a alguien dentro.
Yo era pequeño cuando me lo contaron; tan sólo tenía siete años, era muy curioso y entusiasta; siempre en el colegio me llamaban Tito, y al final, me he quedado con ese nombre.
Ahora ya soy adulto y soy un cazafantasmas No a todos mis familiares les entusiasma la idea, pero es lo que me gusta.
Ya llevo dos años con este oficio y siempre he querido averiguar si esa leyenda era cierta. He estudiado y trabajado mucho, pero el esfuerzo no ha dado sus frutos. Este año sí que lo voy a conseguir, estamos a 28 de octubre y sólo quedan tres días para Halloween. Tiempo suficiente para preparar el equipo de cazafantasmas.
Estuve día y noche trabajando en ello. Cuando llegó el día todos los niños se habían disfrazado con los trajes más terroríficos e iban pidiendo chuches de casa en casa, pero nunca iban a la calle Lorenzo, pues les daba miedo.
Yo salí de mi casa ya con el equipo preparado, intentando parecer un miembro más de aquella fiesta. Me dirigía a la casa de los fantasmas. Al llegar vi que era un tanto peculiar; tenía un gran portón de color rojo sangre, pero el edificio en sí, era terrorífico con unas gárgolas en lo alto.
Pude observar que la puerta estaba un poco abierta y entré sin rechistar. No se oía ningún ruido. En el interior había muebles de diseño, grandes alfombras de color canela y unas enormes escaleras que llevaba al piso de arriba. Todo seguía estando muy tranquilo, así que me precipité hacia el segundo piso. Era un gran pasillo donde se distribuían las habitaciones; todo estaba oscuro, pero a lo lejos se distinguía una luz que provenía de una habitación. Entonces, cuando me dirigía hacia la puerta para abrirla, oí una música clásica que provenía de allí.
Entonces preparé el equipo y abrí la puerta rápidamente; par mi sorpresa sólo se trataba de una viejecita que estaba sentada en un gran sillón rojo; sobre ella había un gatito que jugaba con un hilo. La luz provenía de la chimenea y la música de un viejo radiocasete.
Al ver el rostro de la señora parecía asustada , y pensé que era lo normal al ver que un desconocido había entrado en su casa, pero instantáneamente la señora echó a correr escaleras abajo. Tenía un pequeño cofre en las manos. Yo la seguí, pero era muy rápida; se notaba que hacía ejercicio.
Después de un rato buscándola alrededor de la casa, la encontré sentada en un rincón contemplando aquel cofre. Yo asustado le conté por qué había ido a su casa, y ella pareció entenderme.  Ya no me tenía miedo y se dispuso a contarme su historia. Me dijo que ella había sido la que se había inventado toda la leyenda, puesto que su marido era un hombre muy malo que sólo deseaba el mal a los demás, pero ella, aun así, le quería. Los ciudadanos, cansados de su marido, lo mataron y, por miedo a que la mataran también a ella, se inventó lo de los espíritus para que nadie entrara en su casa. 
Yo lo entendí al instante y me entró curiosidad al saber qué había en el cofre; ella me miró y, como si por arte de magia me hubiese leído la mente, me dijo que se trataba del anillo de su boda, ya que nunca se llegaron a casar.

A partir de esos días me dediqué a que nadie conociese el secreto. 

Primer premio: Marta Espinosa Nuevo 2ºD





Empezaba otro lunes y yo, como de costumbre, apagaría mal la alarma, se me caería la tostada hacia abajo y cogería tarde el autobús. Allí estaba yo, tumbada en la cama, pensando y observando a la vez, a la gente que mi vista podía alcanzar sin mover la cabeza. Por la calle pasaba todo tipo de personas; madres con hijos, jóvenes (adolescentes) como yo; pero también pasaba gente mayor, a la que, por su sabiduría, apreciaba.
Me decidí a levantarme de la cama tras el grito, ya cuarto, de mi madre.
Cuando me encontraba preparada cogí mi cámara, mi almuerzo, mí  mochila y salí de casa. Iba en el autobús cuando me di cuenta de que a última hora tenia que presentar un trabajo para filosofía, así que me bajé dos paradas antes de llegar y me compré un café y unas magdalenas. Tenía que pensar la idea; tras mucho darle vueltas a la cabeza por fin la tenía y me puse manos a la obra.
Para empezar era un trabajo que según el profesor tenía que ser original. Decidí plasmar con mi cámara a la gente que caminaba frente a la terraza en la que yo estaba sentada e imaginarme, por como iban, cual era su situación. Por delante de mi pasaban todo tipo de personas, pero una me llamo en especial la atención por la gente de su alrededor y por su actitud. El protagonista de mi trabajo era un hombre de más o menos la edad de mi padre, muy elegante, que paseaba por una de las mejores barrios de Madrid. Miraba con desprecio a los pobres que pedían y a gente que, según su criterio, no tenía su mismo estatus mientras hablaba con desprecio a la persona que estaba al otro lado del  teléfono. Por lo que pude oír de la conversación, se trataba de un tema de negocios y no me hizo falta pensar más; el típico ricachón con mujer a la que no quiere e hijos a los que no aprecia, cuyo único objetivo en la vida es acumular ceros a la derecha en su cuenta bancaria.
Vamos, un tipo al que todo el mundo querría conocer. Tras quedarme pensando en aquel ser que me dio la idea del trabajo, tras unos segundos de rompecabezas, me centré ahora en las miradas de la gente hacia él.
Como en la vida, había una gran variedad de miradas. Dos chicas jóvenes tenían mirada de “quién lo pillara” y los pobres de alrededor con cara de envidia, de rabia y un ligero brillo de dolor en sus ojos.

Me tocaba mi turno, qué veían mis ojos de esa situación vivida a las nueve de la mañana de un lunes y llegué a dos conclusiones. La primera, me había dejado llevar por el lado del cerebro que quiere ser conocido, quiere tener dinero y gastarlo en cantidad. Mi otro pensamiento se acercaba más al telediario de cada día, a la ambición de las personas y como pierden la cabeza cuando tienen la oportunidad de sacar algo de beneficio. Porque uno de los peligros en una mente humana es la insatisfacción.

Jorge Verdugo Arroyo 2º ESO D

                       

LA PUERTA MISTERIOSA
-          Abuelo, abuelo. Cuéntanos una de tus historias- decía mi nieto.
-          Sí, Nacho, cuéntanos una emocionante historia- dijo mi hijo mayor.
-          Bueno, venga, la cuento. Sólo porque me lo pedís vosotros- dije al final cediendo.
-          ¡Sííííí!-dijeron mis nietos.
Al parecer, a mis nietos e hijos les gustaban las historias que contaba por la imaginación que tenía. Así pues empecé:
“Era por la tarde, un día de sol que se estaba escondiendo entre las montañas para dejar paso a la noche. Estaba en la plaza del pueblo jugando con mis amigos, aprovechando las pocas horas de luz que quedaban.
-          ¿Por qué no jugamos a investigadores?- dijo uno de mis amigos llamado Pedro.
-          Vale, estará divertido- contesté por mi parte.
Dicho eso, nos dividimos en dos grupos de tres y cada grupo cogió un “Walkie-talkie” que teníamos para comunicarnos si encontrábamos algo interesante. En mi grupo estábamos: Pedro, Juan y yo, en cuanto dimos las normas del juego cada grupo se fue por un lado. Estábamos muy emocionados, pero pasaba el rato y no encontrábamos nada, hasta que, fuimos a la iglesia. Se acababa de meter el sol y la oscuridad daba un poco de miedo, pero seguimos sin afectarnos mucho. Rodeamos la iglesia entera hasta la parte trasera, dónde nos encontramos una puerta roja de madera, muy gastada y vieja, que tenía un aire misterioso. 
-          Vamos a abrirla- dijo Juan, que era muy atrevido.
-          Sí, podría ser interesante, ¿tú qué piensas? ¿eh, Nacho?- dijo Pedro.
-          Vale, vamos a investigar- respondí.
Con un poco de miedo, nos atrevimos a coger el pomo y tirar de él. Cuando tiramos y la puerta se abrió, nos quedamos boquiabiertos, ¡había un ataúd! Del respingo nos echamos los tres para atrás y el ataúd empezó a abrirse solo. Avisamos por el “Walkie-talkie” pero nadie contestó, ya se habían ido todos porque no encontraron nada. Agobiados, el ataúd terminó de abrirse y dentro había…”
-          El qué abuelo, ¡dilo yaaa!- gritó mi nieto por el suspense.
-          Ahora lo digo déjame acabar- respondí.
“¡Una cría de lobo! Se notaba que estaba débil por no comer, ni beber durante varios días. Era blanco, de ojos azules y orejas terminadas en punta. Nos dio pena dejarle sólo y al final lo acogí yo. Con el tiempo fue creciendo y haciéndose mayor con los cuidados que le daba. Hasta que un día pasó algo asombroso. Estaba en el campo jugando con el lobo blanco, cuando de repente apareció un ladrón con armas de fuego; asustado me tropecé al echarme hacia atrás y el ladrón se iba acercando. Por sorpresa, el lobo salió a defenderme e, impresionado, vi como de sus patas empezó a salir un polvillo de hielo y del lomo le salieron unas alas y atacó al ladrón con un soplido gélido dejándolo de hielo y con sus garras le arañó hasta que se fue corriendo. Cuando pasó todo el lobo me acarició con su cabeza y me ayudó a levantarme. Afortunadamente volvió a su forma original y nos fuimos a casa.”
-          Hala, abuelo, qué historia tan chula- dijo mi nieta.
-          Pero, abuelo ¿qué pasó con el lobo?- preguntó mi nieto.

-          Eso lo diré pronto, en mi próxima historia- respondí, mientras sonreía a una habitación, con la puerta entreabierta, que estaba a oscuras y de ella salían unos penetrantes ojos azules que me miraban fijamente con ternura.

Primer premio: Alicia Cañizares Funes 3ºC


Reflejo

  Las personas creen que mi mundo es un vulgar reflejo del suyo. Creen que los habitantes del otro lado del espejo son tan solo sombras de los que son los auténticos humanos. Muchas veces, incluso los habitantes del reflejo lo piensan. Parece que solo yo sé la verdad. Supongo que todo es fruto de las infinitas tardes que pasé contemplando la cristalina superficie.

Todos los que me conocen piensan que estoy loco; que creer que tenemos mentes propias que podamos controlar es una preciosa utopía, y que tengo que despertar. “Somos esclavos de las expresiones de los hombres. Tenemos que hacer cada numerito suyo. Tenemos que llorar cada lágrima suya y reír siguiendo su ritmo.” Todos los días me repetían lo mismo. “Ellos saben que nosotros no somos nada. Nacemos para complacerles”. Cada vez que oía esta frase, me reía por dentro y pensaba en Narciso. Se enamoró de su reflejo, nunca lo consideró algo inferior. Para él era un igual...y, vuelvo a repetir, parece que sólo yo sé la verdad. He visto a los humanos, he atravesado la puerta del espejo y he vivido entre ellos. Los humanos no nos desprecian, ni creen que existimos tan solo complacerles. Simplemente no saben que existimos. Realmente creen que ellos son los únicos, y piensan que los espejos son materiales que reflejan su humanidad. Nunca sospecharían que los espejos son las puertas al Reflejo. Mi hogar, mi mundo. El lugar a donde pertenezco y al que le debo lealtad.
 
Yo he visto a mi humano. Sé que todos los días, nada más llegar del colegio, abre la puertecita roja de su habitación. Es un armario. Y al fondo, no hay nada más y nada menos que un espejo. Él también se pasa las tardes mirándome a través del espejo. Le quiero tanto...a él también lo acusan de loco.

Hoy, estoy de camino a un sitio que llaman vulgarmente “loquero”. Creo que tienen retenido aquí a mi humano, porque hace días que no lo veo asomarse a la puertecita de su armario. Estoy muy preocupado. En el lugar donde lo retienen no hay espejos, así que no puedo hablar con él. Nada más entrar a edificio, lo primero que oigo es la voz de mi humano.
  -¡Dejadme en paz! ¡Tengo que ir a rescatar del espejo a mi gemelo! -me desgarro al oírle así. Tan desesperado. Con tanto miedo. Con tanta humanidad.
Entonces lo veo. Cuatro personas intentan atarle para que no salga corriendo. Lágrimas, de lo que supongo es furia, discurren por su rostro enrojecido. No quiero verle así. Parece que esos cuatro humanos no tienen esa “humanidad” de la que tanto presumen. Tengo que rescatar a mi humano; tengo que rescatar a mi hermano.
Salgo corriendo al lugar donde forcejean los cuatro hombres con el niño. Rápidamente, mi humano me ve y se pone a saltar de alegría. Las cuatro personas también me ven y se quedan pálidas. Tomo la mano de mi humano y, aprovechando la confusión, corremos. Y es en esa carrera cuando nos empezamos a fundir. Primero las manos que tenemos juntas. Luego los brazos y parte de las piernas. Por último, con una mirada de complicidad, nos fundimos en uno solo.

20 años después

Tengo 27 años. Tengo una esposa y dos hijos bellísimos. Y soy dos almas en un solo cuerpo. Me llaman Lucas en el mundo humano, y soy conocido como 2002 en el Reflejo. ¿Lo bueno? He aprendido a vivir en los dos mundos, sabiéndome el único ser que no tiene copia en ningún lugar del universo.