lunes, 17 de junio de 2013

1º Bachillerato D.P. G.

En mi primera infancia mi padre me dio un consejo que, desde entonces, no ha cesado de dame vueltas a la cabeza. Quizá no fuese un consejo filosófico ni profundo, de esos que tanto aparecen en los libros. Tampoco era bonito, y quizás ni siquiera fuese expresado de la forma correcta, pero tenía lo más importante que ha de tener un consejo: utilidad.

No soy un buen narrador. Quizá debería contaros mi vida desde el principio. Quizá debería hablaros de mi padre. O quizá debería limitarme a hablar sobre su consejo.
Hablaré un  poco sobre mi familia, quizá así lleguéis a comprender mejor su consejo. Seré claro y directo: somos gatos callejeros. No tenemos país, ni ciudad, ni hogar, ni tan siquiera un territorio al que considerar propio. Algunos os preguntaréis: ¿cómo es posible que un gato piense, hable, escriba? Como estoy aquí para hablaros del consejo, obviaré la respuesta a dicha pregunta.

Seguramente, con lo que ya os he dicho habré resumido perfectamente mi vida. Los gatos sin dueños en la gran ciudad tenemos una esperanza de vida muy corta: mi madre murió al darme a luz, y mi padre me abandonó unos años más tarde. Pero me dejó su consejo.

Debería ser más concreto: ¿qué es para vosotros un consejo, humanos? Seguramente, una frase no muy larga que te indique lo que has de hacer, una especie de conciencia en palabras. Para mi es algo mucho más amplio. Y más útil.

Actualmente hago lo que hacen todos los demás gatos: cazo, como, duermo, huyo de los depredadores (muchas veces, vosotros), aúllo, me aseo, dejo descendencia… Pero siempre siguiendo el consejo que me legó mi padre. Es lo que alienta mi llama.

¿Qué hago cuando no encuentro refugio por la noche? Me acuerdo de su consejo. ¿Qué hago cuando estoy demasiado hambriento para cazar? Me acuerdo de su consejo. ¿Qué hago cuando no sé cómo continuar esta narración? Me acuerdo de su consejo.

A estas alturas, muchos estaréis ya ansiosos por saber cuál era su consejo. Os confesaré que cualquiera de vosotros podría darlo, porque no hacen falta palabras para ello; tampoco es necesario pensar mucho. Y es que toda la vida de mi padre fue un consejo para mí, el consejo más grande y útil de todos. Y ahora te pregunto, humano, ¿tú tienes un consejo útil que dejar al mundo?


No soy un buen narrador, pero creo saber cuando finalizar un texto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario