lunes, 17 de junio de 2013

3ºESO D Miguel García González


En mi primera infancia mi padre me dio un consejo que desde entonces no ha cesado de dame vueltas por la cabeza, pero eso fue hace mucho tiempo,  me sitúo en el invierno más frio que jamás viví, pienso que fue el más frío por la situación que vivió. Hacía ya un año que enfermó, los médicos y mis familiares me decían que iba a salir adelante pero el tiempo pasaba y no mejoraba, llevaba un año ya sin padre porque ya no bajaba con él a jugar, a dar un paseo ni siquiera a echarme unas risas con él. Llevaba un año en la cama, iba perdiendo pelo hasta quedarse prácticamente calvo, pasaba todos los días y a todas horas por su habitación, él me sonreía y solo era capaz de decirme “te quiero”  todos los días salía del cole con una sonrisa en la cara porque sabía que le iba a ver y me iba a dar un beso de los que siempre me hacían reir  y ahora añoro. Con el tiempo nos dijeron que no podía estar en casa debido a su estado y ya no le iban a dar más medicamentos, era duro asumirlo pero así lo exigía la situación, pero yo seguía con esa sonrisa porque seguía yendo a vele y me sentaba con él  a su lado y le daba la mano y  me la acariciaba, me pasaba en el hospital todas las tardes que podía. Él sólo dormía, de vez en cuando, cuando tenía fuerzas abría los ojos, me preguntaba cualquier cosa y me dedicaba una sonrisa luego volvía a dormirse, pero el tiempo seguía pasando y cada vez quedaba menos para su final. Hasta que una noche fui a verle y a vi a madre llorar y a los médicos y familiares la consolaban, entré en la habitación y allí estaba él, esperándome para decirme el último adiós, me senté junto a él y me dio el mejor consejo de mi vida, primero me dijo que yo ahora era el hombre de la familia, que tenía que cuidar a mi mamá y a mi hermano, que estudiara y que fuera buena persona, pero lo último que me dijo fue, “lo más bonito en éste mundo es ayudar, dedicarse y dar la vida por los demás, porque ellos la darían por ti y ayudando a los demás, te hará ser la persona más feliz del mundo, porque no hay nada mejor que dar la vida por los demás”. Eran palabras que me dejaron sin aliento, sin saber que decir.
Después de funeral, del papeleo, del sufrimiento, esa frase me abrió los ojos y me hizo cambiar, esa situación me hizo descubrir mi vocación, ayudar a los demás. Empecé a estudiar y a dedicarle más tiempo al estudio, de ahí salieron frutos que florecieron en buenas notas, tenía clara mi misión en  ésta vida y le daba gracias a Dios por ello. Con esas notas conseguí entrar en la Facultad de Medicina, seis años de carrera y dos de especialización. Pero lo más importante que había que saber para ser un buen médico, te lo ensañaba la vida. Cada día ayudaba a la gente y eso me hacía sentir grande, pero para lo que yo quería saber, aún no había cura.
Me rodeé de los mejores médicos y biólogos que conocía, realizamos juntos numerosos avances para la cura de ésta enfermedad, incluso descubrimos curas y remedios para otras enfermedades sin resolver, pero nuestra prioridad no se cumplía.

Cuando cumplí los cuarenta y cinco años empecé a padecer la misma enfermedad que tantos años atrás, acabó con mi padre y en ese momento me di cuenta que era la oportunidad de mi vida para encontrar la cura, me hicieron muchas pruebas mis amigos médicos y biólogos, experimentaron conmigo, yo sacaba fuerzas de flaqueza para ayudarles, paso a paso fuimos encontrando la solución, pero yo cada día me encontraba peor, pero mi hijo me venía a ver todos los días y cada día aguantaba menos y me dormía, me trasladaron al hospital y allí, sacando fuerzas de donde no había hallé la cura contra mi enfermedad y la de mi padre, pero para mi ya era tarde, yo ya estaba en las últimas , pero conseguí la meta de mi vida, el mejor premio de todos. Cuando ya iba a fallecer, vino mi hijo y me recordó a mi hacía tantos años y le dije mi consejo, “hijo toda mi vida me he dedicado a la cura de ésta enfermedad, al fin lo conseguí, pero lo que no he hecho ha sido disfrutarla al máximo, y o sólo te pido eso, que la disfrutes y que ayudes a los demás, que tu padre siempre estará orgulloso de ti, como está el abuelo de mi, te quiero”.

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