En mi primera infancia mi padre
me dio un consejo que desde entonces no ha cesado de dame vueltas por la
cabeza, pero eso fue hace mucho tiempo,
me sitúo en el invierno más frio que jamás viví, pienso que fue el más
frío por la situación que vivió. Hacía ya un año que enfermó, los médicos y mis
familiares me decían que iba a salir adelante pero el tiempo pasaba y no
mejoraba, llevaba un año ya sin padre porque ya no bajaba con él a jugar, a dar
un paseo ni siquiera a echarme unas risas con él. Llevaba un año en la cama,
iba perdiendo pelo hasta quedarse prácticamente calvo, pasaba todos los días y
a todas horas por su habitación, él me sonreía y solo era capaz de decirme “te
quiero” todos los días salía del cole
con una sonrisa en la cara porque sabía que le iba a ver y me iba a dar un beso
de los que siempre me hacían reir y
ahora añoro. Con el tiempo nos dijeron que no podía estar en casa debido a su
estado y ya no le iban a dar más medicamentos, era duro asumirlo pero así lo
exigía la situación, pero yo seguía con esa sonrisa porque seguía yendo a vele
y me sentaba con él a su lado y le daba
la mano y me la acariciaba, me pasaba en
el hospital todas las tardes que podía. Él sólo dormía, de vez en cuando,
cuando tenía fuerzas abría los ojos, me preguntaba cualquier cosa y me dedicaba
una sonrisa luego volvía a dormirse, pero el tiempo seguía pasando y cada vez
quedaba menos para su final. Hasta que una noche fui a verle y a vi a madre
llorar y a los médicos y familiares la consolaban, entré en la habitación y
allí estaba él, esperándome para decirme el último adiós, me senté junto a él y
me dio el mejor consejo de mi vida, primero me dijo que yo ahora era el hombre
de la familia, que tenía que cuidar a mi mamá y a mi hermano, que estudiara y
que fuera buena persona, pero lo último que me dijo fue, “lo más bonito en éste
mundo es ayudar, dedicarse y dar la vida por los demás, porque ellos la darían
por ti y ayudando a los demás, te hará ser la persona más feliz del mundo,
porque no hay nada mejor que dar la vida por los demás”. Eran palabras que me
dejaron sin aliento, sin saber que decir.
Después de funeral, del papeleo,
del sufrimiento, esa frase me abrió los ojos y me hizo cambiar, esa situación
me hizo descubrir mi vocación, ayudar a los demás. Empecé a estudiar y a
dedicarle más tiempo al estudio, de ahí salieron frutos que florecieron en
buenas notas, tenía clara mi misión en
ésta vida y le daba gracias a Dios por ello. Con esas notas conseguí
entrar en la Facultad de Medicina, seis años de carrera y dos de
especialización. Pero lo más importante que había que saber para ser un buen
médico, te lo ensañaba la vida. Cada día ayudaba a la gente y eso me hacía
sentir grande, pero para lo que yo quería saber, aún no había cura.
Me rodeé de los mejores médicos y
biólogos que conocía, realizamos juntos numerosos avances para la cura de ésta
enfermedad, incluso descubrimos curas y remedios para otras enfermedades sin
resolver, pero nuestra prioridad no se cumplía.
Cuando cumplí los cuarenta y
cinco años empecé a padecer la misma enfermedad que tantos años atrás, acabó
con mi padre y en ese momento me di cuenta que era la oportunidad de mi vida
para encontrar la cura, me hicieron muchas pruebas mis amigos médicos y
biólogos, experimentaron conmigo, yo sacaba fuerzas de flaqueza para ayudarles,
paso a paso fuimos encontrando la solución, pero yo cada día me encontraba
peor, pero mi hijo me venía a ver todos los días y cada día aguantaba menos y
me dormía, me trasladaron al hospital y allí, sacando fuerzas de donde no había
hallé la cura contra mi enfermedad y la de mi padre, pero para mi ya era tarde,
yo ya estaba en las últimas , pero conseguí la meta de mi vida, el mejor premio
de todos. Cuando ya iba a fallecer, vino mi hijo y me recordó a mi hacía tantos
años y le dije mi consejo, “hijo toda mi vida me he dedicado a la cura de ésta
enfermedad, al fin lo conseguí, pero lo que no he hecho ha sido disfrutarla al
máximo, y o sólo te pido eso, que la disfrutes y que ayudes a los demás, que tu
padre siempre estará orgulloso de ti, como está el abuelo de mi, te quiero”.
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