EN
LA OSCURIDAD
El aire se
estremeció a mi alrededor. El retumbar e mis pasos hacía eco en las sólidas
paredes de granito. No sentía nada. Ni frío, ni calor. La nada me envolvía y me
acunaba con su suave manto de estrellas y sus ojos, vacíos e inexpresivos.
Miraba a los lados y solo veía paredes. Paredes por todas partes. Avanzar no
era una opción. No se me ocurría como salir de ahí. Aun que, si me paraba a
pensarlo, tendría que haber una forma de entrar por la que poder salir. Me
entró una fuerte presión en el pecho y alcé la mirada, esperando apagarla. Un
manto de luces parpadeantes adornaba el techo de la sala. Mis rodillas
temblaron y, rompiendo aquella calma tan fría, caí con un sonoro golpe. Mis
pensamientos, turbados, fueron acallados por aquella ligereza que sentí en todo
el cuerpo.
-Tal vez...no,
no es posible. Pero por probar no se pierde gran cosa ¿no?
Me alcé con la
poca fuerza que me quedaba. Quería salir de aquella oscuridad. Quería volver a
ver brillar sobre mi pelo el astro de fuego que adornaba el cielo. Necesitaba
volver a oir reir, llorar. Quería sentirme viva. Tenía que salir de mi cueva de
soledad y exponerme al mundo.
Y entonces, me
elevé. Empecé a flotar y logré salir afuera, a mi libertad...
-¡Despierta!
-¿Si...?
-Cariño, me
tenías muy preocupada. Cuando te diste aquel golpe yo...yo no sabía que pensar.
-Mama, tranquila.
Mañana será otro día.
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