viernes, 6 de junio de 2014

2 ESO Marta Ruiz Aguanell

Todo era muy llamativo, los grandes carteles de publicidad, las calles abarrotadas de gente. Esto par una chica de un pueblo perdido a las afueras de Texas como yo, era algo impresionante.

Por fin había llegado, el sueño de mi vida, al fin estaba en Nueva York. Desde muy pequeña, ya tenía el sueño de viajar a Nueva York algún día y convertirme en actriz. Aunque mis padres no me apoyaron demasiado, sobre todo mi padre, yo seguí intentándolo. Ahora que ya estaba allí nada me impediría cumplir mi sueño.

Esa noche dormí en un pequeño hotel situado por los alrededores.

Cuando me tumbé en la cama solo podía pensar en todo lo que había pasado por mi vida, todo lo que había sufrido para llegar hasta dónde estaba.

Pensé en las tardes y tardes que pasé ensayando ante el espejo aquella escena de “Titanic” o en todas las horas que estuve planeando el momento de llegar aquí… Pero también pensé en mi padre, él jamás me había apoyado, pero no solo eso, sino que había ido en contra de ello. Cuando era más pequeña, él no le había dado importancia, pero cuando crecí y mi pasión por el teatro se hizo mayor, lo único que intentó fue hacerme cambiar de idea. Nuestra relación se rompió y en cuanto pude me alejé de él.

De repente noté como una pequeña lágrima recorría mi mejilla, poco a poco mis ojos se empañaron y, sin poder evitarlo rompí a llorar. Por mucho que me costara reconocerlo, echaba de menos a mi padre.

Conseguí dormir y, al día siguiente  estaba lista para ir en busca de trabajo. Tras pasar todo el día recorriendo las anchas calles de la ciudad o asómbrame ante cada supermercado, cine y tienda de ropa, llegué a una oficina de entrevistas a nuevos actores.

Charlé un rato con una mujer muy simpática que me preguntó por lo típico: edad, lugar de nacimiento, etc.

Todo parecía ir bien hasta que preguntó a qué escuelas había ido. Yo no había asistido a ninguna escuela, simplemente creía en mi talento y en mi pasión.

La mujer fue sincera y me dijo que, aunque ella lo intentaría, sería difícil conseguir un papel.

Supuse que estaría allí un tiempo y no tardé en encontrar un trabajo como camarera en un sitio de comida china.

Pasaron los meses y no llamaban, empecé a preocuparme. Busqué por internet y encontré unas audiciones para una pequeña obra de teatro. No era lo que yo buscaba, pero por algo habría que empezar.

Llegué a las audiciones segura de que sería mi día de suerte. El director era muy duro y muy directo. Esto me asustó, pero yo creía en mi misma. Hice la audición y la verdad, no me pareció haberlo hecho mal, pero, a juzgar por la cara del director, estaba equivocada.

Note como mis nervios aumentaban, mi respiración se hacía más rápida.

Por fin el hombre abrió la boca y, como si nada, me dijo que no sabía actuar y que jamás conseguiría nada.

Cuando lo oí no lo pude creer, estaba a punto de derrumbarme allí mismo. El sueño de mi vida, mi pasión, en unos segundos, un simple director lo había destrozado todo. Decidí que ya había hecho suficientemente el ridículo y fui de allí.

Aquella noche, ante el espejo, interpreté algunas escenas de películas que me gustaban.

Algo ocurrió en mi interior, recapacité, me fijé en los detalles y entonces lo vi todo claro. Jamás debí hacer sido actriz (o haberlo intentado), no era tan buena como yo creía y mi padre lo sabía. Él había intentado que no fracasara sin romper mis ilusiones. Sólo buscaba mi bien.

Tras ver lo tonta que había sido y lo mal que hice que lo pasara mi padre no pude evitar romper a llorar.

Llamé a mi padre y le pedí perdón, por todo, por no hacerle caso, por apartarle de mí, por odiarle.

Algunos sueños se hacen realidad, otros no, pero hay que seguir soñando.


No conseguí ser actriz, no valía para ello, por mucho que yo quisiera, pero recuperé a mi padre, y eso es algo que en el fondo, era el sueño que más deseaba cumplir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario