Todo
era muy llamativo, los grandes carteles de publicidad, las calles abarrotadas
de gente. Esto par una chica de un pueblo perdido a las afueras de Texas como
yo, era algo impresionante.
Por
fin había llegado, el sueño de mi vida, al fin estaba en Nueva York. Desde muy
pequeña, ya tenía el sueño de viajar a Nueva York algún día y convertirme en
actriz. Aunque mis padres no me apoyaron demasiado, sobre todo mi padre, yo
seguí intentándolo. Ahora que ya estaba allí nada me impediría cumplir mi
sueño.
Esa
noche dormí en un pequeño hotel situado por los alrededores.
Cuando
me tumbé en la cama solo podía pensar en todo lo que había pasado por mi vida,
todo lo que había sufrido para llegar hasta dónde estaba.
Pensé
en las tardes y tardes que pasé ensayando ante el espejo aquella escena de
“Titanic” o en todas las horas que estuve planeando el momento de llegar aquí…
Pero también pensé en mi padre, él jamás me había apoyado, pero no solo eso,
sino que había ido en contra de ello. Cuando era más pequeña, él no le había
dado importancia, pero cuando crecí y mi pasión por el teatro se hizo mayor, lo
único que intentó fue hacerme cambiar de idea. Nuestra relación se rompió y en
cuanto pude me alejé de él.
De
repente noté como una pequeña lágrima recorría mi mejilla, poco a poco mis ojos
se empañaron y, sin poder evitarlo rompí a llorar. Por mucho que me costara
reconocerlo, echaba de menos a mi padre.
Conseguí
dormir y, al día siguiente estaba lista
para ir en busca de trabajo. Tras pasar todo el día recorriendo las anchas
calles de la ciudad o asómbrame ante cada supermercado, cine y tienda de ropa,
llegué a una oficina de entrevistas a nuevos actores.
Charlé
un rato con una mujer muy simpática que me preguntó por lo típico: edad, lugar
de nacimiento, etc.
Todo
parecía ir bien hasta que preguntó a qué escuelas había ido. Yo no había
asistido a ninguna escuela, simplemente creía en mi talento y en mi pasión.
La
mujer fue sincera y me dijo que, aunque ella lo intentaría, sería difícil
conseguir un papel.
Supuse
que estaría allí un tiempo y no tardé en encontrar un trabajo como camarera en
un sitio de comida china.
Pasaron
los meses y no llamaban, empecé a preocuparme. Busqué por internet y encontré
unas audiciones para una pequeña obra de teatro. No era lo que yo buscaba, pero
por algo habría que empezar.
Llegué
a las audiciones segura de que sería mi día de suerte. El director era muy duro
y muy directo. Esto me asustó, pero yo creía en mi misma. Hice la audición y la
verdad, no me pareció haberlo hecho mal, pero, a juzgar por la cara del
director, estaba equivocada.
Note
como mis nervios aumentaban, mi respiración se hacía más rápida.
Por
fin el hombre abrió la boca y, como si nada, me dijo que no sabía actuar y que
jamás conseguiría nada.
Cuando
lo oí no lo pude creer, estaba a punto de derrumbarme allí mismo. El sueño de
mi vida, mi pasión, en unos segundos, un simple director lo había destrozado
todo. Decidí que ya había hecho suficientemente el ridículo y fui de allí.
Aquella
noche, ante el espejo, interpreté algunas escenas de películas que me gustaban.
Algo
ocurrió en mi interior, recapacité, me fijé en los detalles y entonces lo vi
todo claro. Jamás debí hacer sido actriz (o haberlo intentado), no era tan
buena como yo creía y mi padre lo sabía. Él había intentado que no fracasara
sin romper mis ilusiones. Sólo buscaba mi bien.
Tras
ver lo tonta que había sido y lo mal que hice que lo pasara mi padre no pude
evitar romper a llorar.
Llamé
a mi padre y le pedí perdón, por todo, por no hacerle caso, por apartarle de
mí, por odiarle.
Algunos
sueños se hacen realidad, otros no, pero hay que seguir soñando.
No
conseguí ser actriz, no valía para ello, por mucho que yo quisiera, pero
recuperé a mi padre, y eso es algo que en el fondo, era el sueño que más
deseaba cumplir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario