Me
despierto sofocado, nervioso, como si hubiera tenido una pesadilla. Me toco la
cara, me la pellizco, me aseguro de que estoy despierto. No se escucha nada ni
un solo ruido, ni un solo murmullo como de costumbre. Me levanto de la cama y
empiezo mi rutina en este sombrío lugar. Tengo ya 17 años pero me sigue dando
miedo bajar las escaleras sabiendo que no hay nadie en casa desde que mi padre
y mi madre desaparecieron... llego a la cocina, me preparo unas tostadas y me
afeito, cojo las gafas de sol, me voy de camino al colegio.
Siempre
voy despacio, sin prisas para no despertar dudas entre estos seres. Son las 11
de la noche y ya ha sonado la campana, vuelvo a llegar tarde como de costumbre.
Llego 5 minutos después aunque al profesor no le extraña, siempre me pasa lo
mismo y me deja sentarme en mi sitio. Me suelo sentar cerca de una lámpara que
casi no luce y a estos seres les molesta esa poca luz. Yo para no levantar
sospechas, me pongo las gafas de sol y hago como si me molestara, aunque en
realidad lo que ocurre es que me hace sentirme un poco mejor. En la clase hay
tres lámparas que no dan casi nada de luz por lo que cuando el profesor me
pregunta por algo que hay escrito en la pizarra, no le respondo, no porque no
sepa la respuesta sino porque no lo consigo leer .A mis profesores les extraña
porque en los exámenes si saco buenas notas, de momento no he repetido ningún
curso y es lo que quiero, terminar el colegio y alejarme todo lo posible de
ellos, aunque eso será muy difícil.
Cuando
llega la hora del comedor es la parte que más odio del día, comer. Siempre nos
ponen lo mismo, un trozo de carne que chorrea sangre por todas partes. Todo el
mundo se lo come encantado, como si estuvieran en un restaurante comiendo su
comida favorita pero yo no puedo.
Me
gusta estar solo, alejado de ellos. He intentado no destacar en nada para no
ser popular ni conocido. Parece que eso de ir de marginado atrae a las chicas y
me
preguntan si les puedo ayudar con los estudios o alguna otra cosa para estar
con ellos y siempre las rechazo, pero hay una que nunca me ha dirigido la
palabra, ni siquiera me mira. Hoy todo ha cambiado porque me ha mirado con cara
de sospecha como si hubiera visto algo en mí, eso me inquieta.
Cuando
llego a casa al finalizar el colegio, me quedo más tranquilo. Llego a casa sin
prisas, cierro todas las persianas porque en una hora sale el sol y la policía
viene para revisarlo. Una vez que pasan por mi casa me relajo, cierro la puerta
y me tumbo en la cama, este es mi momento favorito del día cuando esos
seres no están andando por la calle y puedo salir a disfrutar de la luz del
sol, comer alguna fruta para olvidarme del sabor de esa carne. Lo peor de esto
es que esta forma de vida casi no duermo y siempre se me pegan las sábanas.
-¡Me
he quedado dormido!
Estoy
corriendo de camino a casa casi es de noche otra vez y esos seres volverán a la
calle, solo quedan unos pocos minutos de sol. Consigo llegar a casa pero ya hay
de esos seres ahí fuera. Están nerviosos, huelen algo, estoy sudando.
Rápidamente me voy a la ducha mi cuerpo ya no huele pero mi ropa sí, hay una
multitud de ellos rodeando mi casa, me entra el pánico, no sé que hacer. Gente
llama a la puerta, golpea las ventanas, de los nervios me caigo al suelo, me
hago una herida y empiezo a sangrar.
Ya no se
escucha nada, pero de golpe la puerta se rompe al igual que las
ventanas, empiezan a entrar a centenares, cierro los ojos, este es mi fin.
No
pasa nada, abro los ojos, el tiempo se ha parado, veo a mi madre como un ángel
que me dice:
-
Algunos sueños se hacen realidad, otros no, pero sigue soñando.
Me
despierto sofocado, nervioso, como si hubiera tenido una pesadilla. Me toco la
cara, me la pellizco, me aseguro de que estoy despierto. No se escucha nada ni
un solo ruido, ni un solo murmullo. Me levanto de la cama y comienzo mi rutina.
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