UNA
SORPRESA INESPERADA
Cuenta la
leyenda que en la calle Lorenza hay una casa muy antigua, a la que cada 31 de
octubre los espíritus van a pasar el día. Muchos dicen que es verdad, pero
otros no se lo creen, ya que nadie ha visto nunca a alguien dentro.
Yo era pequeño cuando me lo contaron; tan sólo tenía
siete años, era muy curioso y entusiasta; siempre en el colegio me llamaban
Tito, y al final, me he quedado con ese nombre.
Ahora ya soy adulto y soy un cazafantasmas No a
todos mis familiares les entusiasma la idea, pero es lo que me gusta.
Ya llevo dos años con este oficio y siempre he
querido averiguar si esa leyenda era cierta. He estudiado y trabajado mucho,
pero el esfuerzo no ha dado sus frutos. Este año sí que lo voy a conseguir,
estamos a 28 de octubre y sólo quedan tres días para Halloween. Tiempo
suficiente para preparar el equipo de cazafantasmas.
Estuve día y noche trabajando en ello. Cuando llegó
el día todos los niños se habían disfrazado con los trajes más terroríficos e
iban pidiendo chuches de casa en casa, pero nunca iban a la calle Lorenzo, pues
les daba miedo.
Yo salí de mi casa ya con el equipo preparado,
intentando parecer un miembro más de aquella fiesta. Me dirigía a la casa de
los fantasmas. Al llegar vi que era un tanto peculiar; tenía un gran portón de
color rojo sangre, pero el edificio en sí, era terrorífico con unas gárgolas en
lo alto.
Pude observar que la puerta estaba un poco abierta y
entré sin rechistar. No se oía ningún ruido. En el interior había muebles de
diseño, grandes alfombras de color canela y unas enormes escaleras que llevaba
al piso de arriba. Todo seguía estando muy tranquilo, así que me precipité
hacia el segundo piso. Era un gran pasillo donde se distribuían las
habitaciones; todo estaba oscuro, pero a lo lejos se distinguía una luz que
provenía de una habitación. Entonces, cuando me dirigía hacia la puerta para
abrirla, oí una música clásica que provenía de allí.
Entonces preparé el equipo y abrí la puerta
rápidamente; par mi sorpresa sólo se trataba de una viejecita que estaba sentada
en un gran sillón rojo; sobre ella había un gatito que jugaba con un hilo. La
luz provenía de la chimenea y la música de un viejo radiocasete.
Al ver el rostro de la señora parecía asustada , y
pensé que era lo normal al ver que un desconocido había entrado en su casa,
pero instantáneamente la señora echó a correr escaleras abajo. Tenía un pequeño
cofre en las manos. Yo la seguí, pero era muy rápida; se notaba que hacía
ejercicio.
Después de un rato buscándola alrededor de la casa,
la encontré sentada en un rincón contemplando aquel cofre. Yo asustado le conté
por qué había ido a su casa, y ella pareció entenderme. Ya no me tenía miedo y se dispuso a contarme
su historia. Me dijo que ella había sido la que se había inventado toda la
leyenda, puesto que su marido era un hombre muy malo que sólo deseaba el mal a
los demás, pero ella, aun así, le quería. Los ciudadanos, cansados de su marido,
lo mataron y, por miedo a que la mataran también a ella, se inventó lo de los
espíritus para que nadie entrara en su casa.
Yo lo entendí al instante y me entró curiosidad al
saber qué había en el cofre; ella me miró y, como si por arte de magia me
hubiese leído la mente, me dijo que se trataba del anillo de su boda, ya que
nunca se llegaron a casar.
A partir de esos días me dediqué a que nadie
conociese el secreto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario