lunes, 17 de junio de 2013

1º ESO A Arturo Precioso Garcelán PRIMER PREMIO



En mi primera infancia mi padre me dio un consejo que, desde entonces, no ha cesado de dame vueltas a la cabeza. Me dijo que las cosas buenas son las difíciles de conseguir, pero si te esfuerzas por algo simple tendrás también un buen sabor de boca al lograrlo.

Me lo contó mientras hacía unos problemas de matemáticas que no me salían, me cansé de ellos, y al formular aquella frase… Me harté aún más. No tenía ganas de pensar, y si lo intentaba, me quedaba bloqueado y me enfadaba muchísimo más. Mi padre decidió cambiar de frase: “Vísteme despacio que tengo prisa”. Le hice caso y me sirvió para enojarme todavía más. Así que decidí recurrir a una oración de mi arsenal: “Si algo no sabes hacer, Google te ayuda a poderlo resolver”. Y, cómo no, funcionó. Encontré la respuesta, la copié y terminé. Pero esta vez fue mi madre la que se puso poética: “Si ayuda te dan, la lógica te quitarán”. Lo medité y llegué a una conclusión… ¡Qué pesada estaba la gente con las rimitas de las narices! Pero, al fin y al cabo, seguro que algo de razón tendrían.

Llegó el temido día del examen, yo estaba tranquilo, me parecía que iba a ser fácil. Pero me equivoqué rotundamente. Había cinco problemas del estilo del que no había sabido resolver, y como no hallaba la respuesta, no los hice. Saqué un cuatro. Me di cuenta de que todos tenían razón con aquellas frases. Además, entendí que nunca hay que copiar nada, sino fijarse un poco como resolverlo y así conseguir aprenderlo.


Todos estos consejos los recuerdo con cariño.

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