viernes, 6 de junio de 2014

CONCURSO LITERARIO2014

El pasado 23 de abril realizamos el Concurso literario Primavera-Día del Libro, certamen que se puede llevar a cabo gracias al patrocinio del AMPA y al compromiso de todos los miembros de la comunidad escolar.
                      
         Queremos destacar el nivel de los trabajos de los alumnos y emplazamos a todos para el año que viene.

         Estos son los ganadores del concurso LITERARIO:

1º ESO        Primer premio: Mario González Sanz (1ºB)
                   Accésit: Javier Ramírez Manzanares (1ºD)
                                Silvia Sánchez González (1ºB)

2º ESO        Primer premio: Jesús Rosales Magallanes (2ºB)
                   Accésit: Marta Ruiz Aguanell (2ºC)
                              Alicia Cañizares Funes (2ºB)
                              Jorge Macías Hernández (2ºD)

3º ESO        Primer premio: Irene Vera Yuste (3ºD)
                   Accésit: Bárbara Ferreira (3ºA)
                            Rebeca Rojo Cubero (3ºC)
                            Luis García Moya (3ºD)
                                
4º ESO        Primer premio: Sandra Barreda González(4ºA)
                   Accésit: Gema Camino Bravo (4ºD)
                              Fernando Royán Juanes (4ºA)
                              Álvaro Bernández Hernández (4ºB)

1º y 2º BTO  Primer premio: Nicolás Olabarría García (2ºBTO A)
                          Accésit: Alberto Maqueda Canoyra (1ºBTO B)

MENCIÓN ESPECIAL POESÍA: Laura Barco Muñoz (1ºBTO B)
                                               Daniel Precioso Garcelán (2ºBTO A)

         Ganadores del 2ºConcurso de CARTELES :

Itziar Alonso Medela (2ºESO C)

Alejandro Fernández Cámara (2ºESO A)


Eva de la Torre Fernández (4º Diversificación)

PRIMER PREMIO : Itziar Alonso Medela

Con el cartel:

Alejandro Fernández Cámara

Con el cartel:

Eva de la Torre Fernández

Con el cartel:

PRIMER PREMIO 1 ESO Mario González Sanz

UNA VISITA AL ABUELO
-¡Vamos, Juan! ¡Vamos a ver al abuelo! ¿Qué historia nos contará esta vez?- decía entusiasmada Ana.
-No lo sé, pero la última vez fue un rollazo, nos contó cómo eran los días de colegio en su época- se quejaba Juan.
Llegaron corriendo y su abuelo les ofreció un zumo de naranja, se sentaron en el sofá y empezó:
-¿Queréis una historia?
-¡Siiiiiiiiiiiiii!- gritaron a coro los dos.
-Vale, comenzaré: tenía doce años y estaba pasando una mala racha: suspendía muchas asignaturas, algunos conocidos se mudaban a la ciudad y la tienda de mis padres no iba bien. Esto era en 1940. La guerra civil había hecho de España un país pobre, así que las cosas no iban bien. Cuando mis amigos jugaban yo tenía que ordenar la tienda y me enfadaba con mis padres. Ya llevábamos dos años así y mi madre murió. Mi padre tuvo que hacerse cargo de mí y mis tres hermanas. A la mayor la envió a un convento de monjas y a la mediana la mandó un día de invierno a la ciudad a comprar cosas para la tienda, pero no pudo volver del cansancio y murió. Solo quedábamos mi hermana pequeña y yo. Mis amigos y sus familias ayudaban con lo que podían pero los tiempos cambiaron y se fueron a la ciudad a buscar fortuna. El pueblo estaba cada vez más vacío y creo que en la actualidad es un pueblo fantasma.
-¡Un pueblo fantasma! ¿Y hay fantasmas de verdad?- dijo Ana.
-No, je je, eso quiere decir que es un pueblo sin habitantes.
-¿Y por qué se llama así?
-No lo sé pero eso ahora no importa.
-¡Sigue, por favor!- gritaba Juan.
-Vale, entonces fue cuando solo quedábamos tres amigos: Julián, Quique y yo. Un día íbamos de camino a los campos de trigo cuando encontramos un libro (si es que se podía llamar así) en el que ponía: LEYENDAS URBANAS. Lo miramos y encontramos una leyenda de nuestro pueblo, Valdevilla, en el que decía que había yacimientos de petróleo bajo el pueblo. Yo había visto hacía días arena negra en un campo cercano a las viñas así que al día siguiente me puse a buscar allí. Cada vez la tierra era más negra, lo que quería decir que había “oro negro” bajo Valdevilla. Fui a comunicárselo a mis amigos diciéndoles que los problemas económicos se habían acabado y que podíamos vender los terrenos. “Nos favorecerá mucho” dije, “las empresas petrolíferas pagarán mucho dinero por un yacimiento de petróleo que no está en alta mar”. “No” dijeron “no podemos deshacernos de este pueblo, cuando tengas nietos y les hables de tu pueblo y te pregunten: ¿dónde está? Y tú les respondas: vendimos los terrenos no te sentirás muy bien”. Parecía que había trabajado para Greenpeace toda la vida. “¡pero son nuestro futuro!”. “Nuestro futuro está en la ciudad, puede que esto sea un pueblo fantasma pero al menos existirá” “Vale” dije.
-Gracias abuelo por no haber hecho eso- dijo Ana.

-No fui yo, fueron mis amigos. Nunca he vuelto a tener amigos como los tuve cuando tenía doce años. Dios mío, ¿alguien los tiene?

1 ESO Javier Ramírez Manzanares

ISMAEL

Ismael, un chico distraído, poco sociable, sin respeto hacia los demás… Acostumbrado a las burlas de sus compañeros y a las riñas de profesores y padres. Todo esto no le importaba. Él era feliz imaginándose su vida perfecta. Vivía en su mundo, hasta que le dieron un sabio consejo: “Haz de tus sueños tu vida”.
Y así lo hizo, empezó a ser amable, a ayudar, a ser generoso. Dedicó tiempo a sus aficiones, entre ella el tenis.
Se le daba especialmente bien, y con el tiempo logró entrar en un torneo de alto prestigio.
Ganó la mayoría de sus partidos, hasta clasificarse para la final. Fue un partido increíble, pero en el último set tuvo una grave lesión. Perdió la final, pero esto no le importaba, había logrado cambiar su vida.

Debido a su lesión, no podía ser campeón. Y aunque algunos sueños se hacen realidad, otros no, pero se sigue soñando.

1 ESO Silvia Sánchez González


María nunca había salido de la ciudad en la que nació, Cádiz. Vivía en uno de los barrios modernos, cerca de los grandes hoteles que luego se llenan cuando empieza el verano, y rara vez se acercaba a la parte antigua de su ciudad. Tal vez por eso, porque no había visto mundo más allá del mar, su barrio y su casa, ella quería viajar.
Cada año, sus padres le preguntaban que quería de regalo de cumpleaños, y su respuesta era siempre la misma: “Visitar Madrid”. Quería ver esa ciudad, que durante doce años llevaba saliendo muchos días en el telediario. Pero estaba muy lejos, su padre tendría que conducir muchas horas y su regalo solía ser algo de ropa, un peluche…
También había intentado convencer a sus padres para que la dejaran ir con su amiga Isabel, pero ella tenía varios hermanos y en su coche no cabían.
La tía de María, harta de que todos los años repitiera la misma cantinela, decidió darle una sorpresa. A Madrid no iba a poder ir, porque ella no conducía y el AVE era demasiado caro. ¡Pero podían ir a Granada!
En el decimotercero cumpleaños de María, su tía le dio un sobre. “¿Qué será esto?” se preguntó extrañada. No le vendría mal que fuese dinero, aunque ella prefería lo que pedía todos los años. Abrió el sobre, con curiosidad, y se alegró mucho cuando vio dos billetes para el AVE. Su alegría se esfumó al ver que eran para Granada; pero no tardó en recuperarla. ¡Por fin iba a salir de Cádiz!
Dos semanas más tarde, tía  y sobrina iban cargadas con el equipaje, rumbo a Granada. María escuchaba atenta a su tía, que le iba explicando cosas de la ciudad que iban a visitar y su monumento más importante, la Alhambra. Tras un eterno viaje en AVE, llegaron a Granada. Pronto encontraron el  hotel y después de deshacer las maletas y comer, dieron un paseo por la ciudad. Se compraron un helado, pues era finales de mayo y el calor se hacía notar. Al día siguiente vieron la Alhambra y comieron allí. María aprendió muchas cosas, hizo gran cantidad de fotografías y se lo pasó fenomenal.
El AVE salía a las diez, y tras desayunar rápidamente, corrieron a la estación.
Cuando llegaron a Cádiz, sus padres le preguntaron que qué tal se lo había pasado en Granada.
-Ha sido uno de los mejores fines de semana de mi vida, he salido de Cádiz; pero todavía no he visto Madrid – contestó María.

-Algunos sueños se hacen realidad, otros no, pero hay que seguir soñando- afirmó su tía.                      

PRIMER PREMIO 2 ESOJesús Rosales Magallanes

LA ESCRITURA DEL DETALLE

Es increíble exclamé. Aquel viejo maestro sentado en su silla de madera pulida hacía fácil lo que me parecía imposible. Tenía el arte de ver lo que habían hecho las personas que escribían una simple carta, un simple texto. Poco a poco fui aprendiendo y a mí también me llegó a resultar sencillo. Todo era normal aquel día, salvo por lo que descubrí en una carta, era algo peligroso, pero era joven, por lo que, cometí un error, investigar sobre lo que había visto, un asesinato. Al día siguiente me levanté y me precipité a las calles de Londres carta en mano, quería saber quién la había enviado, porque lo más probable, era que quien lo había enviado, lo había escrito, y, por tanto, sería mi asesino. Cuando llegué a correos, no me pudieron decir nada, pero me dijeron que el sello de la carta era característico, que solo se vendía en un lugar, la Vieja Tienda de Antigüedades. Cuando el dependiente lo vio, me dijo que se lo había vendido a un señor viejo, de pelo blanco y barba larga, pero no sabía más. Al principio no me ayudó esa información pero me di cuenta que me servía para descartar sospechosos: los niños, hombres y mujeres jóvenes no podían ser. Tampoco los ancianos del asilo porque no les dejaban salir.
También descarté a los ancianos con familia, porque no tenían nada contra nadie, ya que eran felices. Así me quedaron los ancianos solitarios de pelo blanco y barba larga. Por ello, fui por los callejones de Londres, buscando con la mirada a un hombre que reuniera todas las características del asesino, pero no lo encontré.
Al día siguiente fui al depósito de cadáveres y pregunté por los fallecidos en las últimas 48 horas. Por suerte solo había tres, por lo que volví a sacar la carta para ver quién podría ser.
Había una niña, un hombre y una mujer. Cuando estaba escudriñando la carta los médicos trajeron otro muerto, en este caso, otro hombre. Entonces lo vi claro, el asesino había vuelto a matar. Estudié el pasado de los dos hombres y descubrí que tenían algo en común, los dos habían ido a la guerra, por lo que deduje que el asesino había ido a la guerra o, y lo más probable, que perdiera un ser querido en ella. Esto fue un gran paso, porque los dos fallecidos habían ido a la misma guerra, así que solo tenía que mirar quién  murió en la guerra y contrastar los apellidos con los ancianos de Londres. Empecé a hacerlo, y vi a un anciano que me sonaba mucho su apellido, ¡era mi maestro!, pero eso no era lo peor, lo peor era que solo él había perdido a un hijo en la misma guerra. No me lo podía creer, pero si mi mentor era un asesino, quería saberlo, por lo que fui al taller, para hablar con ese viejo solitario de pelo blanco y barba larga. Pero cuando llegué, era demasiado tarde, se había suicidado y me había dejado una carta sobre la mesa: “Lo siento, como tú ya sabrás, soy un asesino, pero me daba rabia que otros que no se lo merecieran siguieran vivos y mi hijo no, por lo que, hice lo que para mí era justicia”.

No había duda, era el asesino, era la misma letra que la carta inicial. Esas palabras fueron un mazazo para  mí, había estado con un asesino desde pequeño. Pero decidí afrontar esto como una señal para ser detective de homicidios, así que, miré al frente y pensé: “mañana será otro día”.

2 ESO Marta Ruiz Aguanell

Todo era muy llamativo, los grandes carteles de publicidad, las calles abarrotadas de gente. Esto par una chica de un pueblo perdido a las afueras de Texas como yo, era algo impresionante.

Por fin había llegado, el sueño de mi vida, al fin estaba en Nueva York. Desde muy pequeña, ya tenía el sueño de viajar a Nueva York algún día y convertirme en actriz. Aunque mis padres no me apoyaron demasiado, sobre todo mi padre, yo seguí intentándolo. Ahora que ya estaba allí nada me impediría cumplir mi sueño.

Esa noche dormí en un pequeño hotel situado por los alrededores.

Cuando me tumbé en la cama solo podía pensar en todo lo que había pasado por mi vida, todo lo que había sufrido para llegar hasta dónde estaba.

Pensé en las tardes y tardes que pasé ensayando ante el espejo aquella escena de “Titanic” o en todas las horas que estuve planeando el momento de llegar aquí… Pero también pensé en mi padre, él jamás me había apoyado, pero no solo eso, sino que había ido en contra de ello. Cuando era más pequeña, él no le había dado importancia, pero cuando crecí y mi pasión por el teatro se hizo mayor, lo único que intentó fue hacerme cambiar de idea. Nuestra relación se rompió y en cuanto pude me alejé de él.

De repente noté como una pequeña lágrima recorría mi mejilla, poco a poco mis ojos se empañaron y, sin poder evitarlo rompí a llorar. Por mucho que me costara reconocerlo, echaba de menos a mi padre.

Conseguí dormir y, al día siguiente  estaba lista para ir en busca de trabajo. Tras pasar todo el día recorriendo las anchas calles de la ciudad o asómbrame ante cada supermercado, cine y tienda de ropa, llegué a una oficina de entrevistas a nuevos actores.

Charlé un rato con una mujer muy simpática que me preguntó por lo típico: edad, lugar de nacimiento, etc.

Todo parecía ir bien hasta que preguntó a qué escuelas había ido. Yo no había asistido a ninguna escuela, simplemente creía en mi talento y en mi pasión.

La mujer fue sincera y me dijo que, aunque ella lo intentaría, sería difícil conseguir un papel.

Supuse que estaría allí un tiempo y no tardé en encontrar un trabajo como camarera en un sitio de comida china.

Pasaron los meses y no llamaban, empecé a preocuparme. Busqué por internet y encontré unas audiciones para una pequeña obra de teatro. No era lo que yo buscaba, pero por algo habría que empezar.

Llegué a las audiciones segura de que sería mi día de suerte. El director era muy duro y muy directo. Esto me asustó, pero yo creía en mi misma. Hice la audición y la verdad, no me pareció haberlo hecho mal, pero, a juzgar por la cara del director, estaba equivocada.

Note como mis nervios aumentaban, mi respiración se hacía más rápida.

Por fin el hombre abrió la boca y, como si nada, me dijo que no sabía actuar y que jamás conseguiría nada.

Cuando lo oí no lo pude creer, estaba a punto de derrumbarme allí mismo. El sueño de mi vida, mi pasión, en unos segundos, un simple director lo había destrozado todo. Decidí que ya había hecho suficientemente el ridículo y fui de allí.

Aquella noche, ante el espejo, interpreté algunas escenas de películas que me gustaban.

Algo ocurrió en mi interior, recapacité, me fijé en los detalles y entonces lo vi todo claro. Jamás debí hacer sido actriz (o haberlo intentado), no era tan buena como yo creía y mi padre lo sabía. Él había intentado que no fracasara sin romper mis ilusiones. Sólo buscaba mi bien.

Tras ver lo tonta que había sido y lo mal que hice que lo pasara mi padre no pude evitar romper a llorar.

Llamé a mi padre y le pedí perdón, por todo, por no hacerle caso, por apartarle de mí, por odiarle.

Algunos sueños se hacen realidad, otros no, pero hay que seguir soñando.


No conseguí ser actriz, no valía para ello, por mucho que yo quisiera, pero recuperé a mi padre, y eso es algo que en el fondo, era el sueño que más deseaba cumplir.

2 ESO Alicia Cañizares Funes

EN LA OSCURIDAD
         El aire se estremeció a mi alrededor. El retumbar e mis pasos hacía eco en las sólidas paredes de granito. No sentía nada. Ni frío, ni calor. La nada me envolvía y me acunaba con su suave manto de estrellas y sus ojos, vacíos e inexpresivos. Miraba a los lados y solo veía paredes. Paredes por todas partes. Avanzar no era una opción. No se me ocurría como salir de ahí. Aun que, si me paraba a pensarlo, tendría que haber una forma de entrar por la que poder salir. Me entró una fuerte presión en el pecho y alcé la mirada, esperando apagarla. Un manto de luces parpadeantes adornaba el techo de la sala. Mis rodillas temblaron y, rompiendo aquella calma tan fría, caí con un sonoro golpe. Mis pensamientos, turbados, fueron acallados por aquella ligereza que sentí en todo el cuerpo.
         -Tal vez...no, no es posible. Pero por probar no se pierde gran cosa ¿no?
         Me alcé con la poca fuerza que me quedaba. Quería salir de aquella oscuridad. Quería volver a ver brillar sobre mi pelo el astro de fuego que adornaba el cielo. Necesitaba volver a oir reir, llorar. Quería sentirme viva. Tenía que salir de mi cueva de soledad y exponerme al mundo.
         Y entonces, me elevé. Empecé a flotar y logré salir afuera, a mi libertad...

         -¡Despierta!
         -¿Si...?
         -Cariño, me tenías muy preocupada. Cuando te diste aquel golpe yo...yo no sabía que pensar.

         -Mama, tranquila. Mañana será otro día.

2 ESO : Jorge Macías Hernández


“Algunos sueños se hacen realidad, otros no, pero sigue soñando– esto es Hollywood”. Esta frase marcó mi carrera escénica en el mundillo de los grandes actores de las colinas de Los Ángeles.
Yo, antes de que me la dijeran, era uno de esos miles de actores que actuaba en películas con poco presupuesto con un papel secundario, de esos que cuando tenía un papel montaba una gran fiesta pidiéndole dinero al banco ya que, el dinero que conseguía, lo gastaba en alcohol y más fiestas. En conclusión, era un gran desastre que solo servía para gastar dinero.
Recuerdo una de mis primeras películas, se llamaba “Los bares, bonitos lugares”. Yo hacia el papel de segundo camarero y nos encontrábamos en un barucho de los barrios bajos de Los Ángeles. Aunque siempre pensé que fue una buena experiencia, ahora, sé que me hizo ir por el mal camino al principio de mi carrera, ya que hice amistades con personas que me metieron en el alcohol y las drogas.
De otra película que todavía me acuerdo, hice un papel del hermano de la víctima que después moría. Fue un buen papel ya que, al verme muerto, muchos productores se fijaron en mí para sus películas. Yo, todavía, no sabía que esos productores me harían tener una mala reputación en Hollywood, por los papeles que tenía que realizar. En esta época de mi vida empezó, ya, a escasear el dinero de mis bolsillos y a empezar a pedir préstamos al banco.
Cuando ya parecía que mi carrera se iba al garete, el productor de mi primera película me ofreció el papel protagonista de su nueva película. Ese papel fue muy malo pero hizo que volviera a tener una buena reputación, aunque, a escondidas, seguía bebiendo alcohol y montando fiestas.
Hubo un tiempo en el que no conseguí ningún papel, pero no paso nada, ya que ese papel me hizo relanzar mi carrera.
Mi siguiente papel fue ser uno de los protagonistas de una serie que estuvo en antena durante unos cinco años, aunque creáis que esto fue muy bueno, en la segunda temporada me echaron y ese productor me dijo la frase del principio de la historia. Al oírla, estuve un tiempo pensándola y me di cuenta que si quería tener una casa en las colinas de Hollywood tenía que tomar otro camino.
Empecé a conseguir buenos papeles, no gastaba todo mi dinero, me compré ropa nueva y, por último, comencé a tomar a los productores como humanos, no como si fuesen monstruos de diez cabezas. Además, me busqué un buen agente que me aconsejó sobre cómo triunfar en Hollywood.
Una serie en la que estuve durante diez años me mandó al estrellato, se llamaba “American Man” y yo era ese hombre, el protagonista. No podéis imaginar lo eufórico que estaba cuando me lo contó mi agente, que más tarde se convirtió en mi  mejor amigo. Gané una millonada de dólares, me compré una casa, un montón de cochazos, ropa nueva…
Solo me faltaba una cosa, una mujer a la que quisiera y me concediera descendencia. La conocí en un pub al que solía ir cuando me compré la casa. Ella se llamaba Emily y comencé a salir con ella. Era de mi edad y, después, la pedí matrimonio. Nos casamos y tuvimos dos hijos llamados Paul y Nichole.

Esta es mi historia, y la he querido escribir para que los actores de poca monta sepan que  se puede triunfar desde lo más bajo.

PRIMER PREMIO3 ESO Irene Vera Yuste


 CRÓNICAS CORTAS
    Si tengo el valor suficiente para escribir este documento es porque tengo la cereza de que no será leído hasta que mis huesos sean polvo. No es que yo sea un cobarde. Simplemente ya estoy muy viejo para contar la verdad como siempre se ha hecho: recorriendo las calles y anunciándola a voz en grito cuán pionero, siendo capaz de soportar cualquier tormento por haber insultado a ciertos monarcas. No. Yo quiero vivir en paz lo que me queda de vida.
Me llamo Alonso, hijo de Alonso de Palencia, el cronista de los Reyes Católicos. Al igual que mi padre y mis hermanos, Alejandra y Juan, soy un fiel servidor de las coronas castellana y aragonesa. Mi vida no comienza en mi nacimiento, sino en la primera vez que ejercí como cronista. Mi trabajo es contar la historia de personajes ilustres (sobre todo reyes) con adornos, florituras y alabanzas sin sentido. He trabajado durante varios años en la corte francesa, escribiendo las hazañas del rey de Francia, que era, por cierto, algo afeminado e incluso sospecho que era sodomita. Claro está que yo no podía contar nada de esto y que tenía que hablar de él como “Su Excelentísima virtuosa y magnánima majestad. Viril y fiel marido, ejemplar padre y gobernante leal y justo”. Esto era totalmente mentira, porque por ejemplo, de fiel marido, tiene lo que yo de indígena.
Pasado un tiempo me trasladaron a la corte inglesa, lo cuál pensé que era un alivio porque creía que iba terminar clavándole un puñal al rey de Francia. Sin embargo lo del rey Enrique VIII fue todo lo contrario: un ser obeso y mujeriego al que solo le interesaba conseguir un heredero varón. Primero casó con mi pobre señora, doña Catalina de Aragón. Yo era lo más parecido a un amigo para ella, ya que habíamos crecido juntos. Ella me contaba que lo único que hacía el rey era llevarla continuamente al lecho para engendrar un heredero varón, sin embargo tuvieron tan solo una hija, María, la cuál gozaba de todo el desprecio de su padre por no ser hombre. Llegó un día en que el rey decidió que volvería a casarse esta vez con una joven llamada Ana Bolena. El Papa no consentía su divorcio, así que Enrique, sin la más mínima vergüenza creó su propia Iglesia, cuya cabeza no podía ser otra que él mismo. Desterró a Catalina para siempre, lejos de allí.
En cuanto pude, me marché de aquel lugar, rezando para que ese infame hombre ardiera en los Infiernos y se pudriera en su tumba. Entonces llegó a mis oídos los rumores que circulaban sobre mi señora, doña Juana, reina de Castilla y Aragón. La llamaban vulgarmente “La Loca”, algo que en mi opinión, estaba totalmente fuera de lugar. Decidí marcharme a Castilla, mi tierra natal. A mi llegada, el rey Felipe, apodado “El Hermoso”, había muerto. Engañaba a la reina con otras mujeres, lo que acabó por <<volverla loca>>.  Antes de morir, Felipe junto con otros nobles, intrigaron contra la reina porque decían que <<su enfermedad>> la incapacitaba para reinar. Entonces la encerraron en Tordesillas, durante más de cuarenta años. Yo estuve a su lado todo ese tiempo, escribiendo todo lo que ocurría de manera imparcial.
Recuerdo que doña Juana tenía que ir vestida siempre de negro y rezar muchas veces al día. Cuando se negaba, encerraban a la reina en su alcoba con sus damas de compañía, su sombra día y noche. Murmuraba siempre el nombre de su amado Felipe al que seguía amando después de todo lo que le hizo.
Su hijo Carlos le había usurpado el trono a los dieciséis años. Vino desde tierras flamencas. Se ganó el odio del pueblo y la rebelión de éste. Un día llegaron a Tordesillas unos campesinos que querían llevarse a la reina con la promesa de volver a ceñir la corona sobre su cabeza. Doña Juana rechazó la empresa, porque ella amaba a todos sus hijos y no haría nada en contra de ellos y mucho menos contra su hijo Carlos. Carlos ganó la rebelión y todo volvió a la normalidad.
La reina me contaba lo que habría sido una vida perfecta de no haber sido por la infidelidad de su marido. Por mi parte yo le contaba mis aventuras pasadas, algo que yo creo que le gustaba escuchar y que hacía de su tormento algo más ameno.
El día de su muerte estaba ella en su lecho y le di la mano sin marcharme ni un momento de su lado. Antes de descansar en paz, me dijo: “Mañana será otro día. Gracias por todo, Alonso”. Y expiró. Esta reina murió loca, pero de amor.

Esta no es mi verdad, es la verdad. Y como ella dijo, con suerte, mañana será otro día.

3 ESO Bárbara Ferreira

MAÑANA SERÁ OTRO DÍA
Despierto con un mal presentimiento, mi subconsciente me está diciendo que hoy no debería salir de la cama. Aparto esta sensación y simplemente me levanto y sigo adelante como todos los días. Esta sensación no es nueva, me acompaña desde que todo esto pasó. Siento como si cada día fuese a pasar algo malo, como si cada día fuese aquel día en el que lo perdí todo. Antes esta sensación me paralizaría, me asustaría, pero si hay algo bueno en perderlo todo es que ya no te queda nada que perder, no tienes miedo, sabes que por mucho que se esfuerce el universo ya no puede pasar nada peor. Como dije, sigo adelante, me arreglo, salgo de casa y voy al colegio. Evito el contacto visual con todos los que me rodean, no soporto que me miren con pena. Soy fuerte lo superaré sola, no necesito la compasión de nadie.
E n las clases presto toda la atención que puedo, debo seguir con mi vida y para eso necesito graduarme, ir a la universidad y trabajar en lo que me gusta, ella lo hubiese querido así. El día pasa rápido, sin problemas, hoy solo he ido una vez al cuarto de baño a llorar, lo cual, es un nuevo record para mí. Empiezo a pensar que después de un mes de la pérdida de mis padres por fin lo estoy superando, pero entonces pasa algo que me recuerda a ellos y pienso que nunca lo superaré, que siempre dolerá y es en ese momento cuando me hundo.

Llego a casa voy a mi habitación, hago los deberes y cuando ya es de noche me acuesto. Este es el peor momento de día , el momento en el que pienso en todo lo que pasó y no logro sofocar las lagrimas al pensar en ellos. Empiezo como todos los días a repetir en mi mente lo que me decía mi madre cada noche en la que estaba triste. Estas palabras son las únicas que me consuelan, las únicas que consigue que deje de llorar, las únicas que me dan esperanza para seguir viviendo en un mundo sin ellos , son las únicas que recuerdo en estos momentos… Mañana será otro día.

3 ESO: Rebeza Rojo Cubero

Abrí los ojos a la mañana siguiente. Temeroso, quizá sin motivo alguno a los ojos de cualquiera de vosotros, pero con motivos más que suficientes a mi parecer.
“Mañana será otro día” había dicho ella. Pero yo no tenía claro si eso  me animaba o me quitaba un poco más las ganas de vivir.
Me levanto, cuidadosamente, intentando que mi presencia  no se haga notar en el mundo, al menos por hoy. Intentando no influir ni lo más mínimo en el curso de este mundo que nunca se detiene, fracasando una vez más en el intento;  pues vuelvo a leer su carta.
“Si nada nos salva de la muerte, al menos que el amor nos salve de la vida”
Aquella cita de Pablo Neruda que había incluido en esa carta en la que cada palabra me atravesaba el corazón como pequeños alfileres. Para algunos, insignificantes. Para mí, terriblemente dolorosos, había sido la estaca final. Y no podía leerla sin recordar aquella sonrisa suya; que no era perfecta, pero habría llenado de vida al más seco de los tulipanes tras un invierno quizá demasiado frío; con la que tantas y tantas veces la había visto recitar esa frase.
Me encantaba oírsela decir. Quizá formaba parte de ella, tan delicada; que no frágil. Tan soñadora, que no infantil, tan ella misma. No creo que exista un adjetivo que le haga justicia, capaz de describir aquella personalidad, aquel físico, que podría calificarse de abstracto por ser imposible de percibirse enteramente con los cinco sentidos.
Ella, que despista a los girasoles cuando pasa, puesto que su brillo supera al de cualquier astro.
Ella, tan envidiada por las flores en primavera, por tener mejor olor que estas.
Ella, que ya no está y me hace sentir indefenso.

Indefenso contra la muerte, que se llevó, sin avisarme, a la única esperanza que me quedaba de salvarme de la vida.
CASO INCOMPLETO POR LUIS GARCÍA MOYA 
De repente me despierto, abro los ojos e intento tranquilizarme con una respiración: inspirar, espirar, inspirar, espirar… Miro mi habitación, bueno ha sido una pesadilla. Me incorporo miro la hora en el móvil: nueve y media.  Me levanto completamente de la cama, abro la ventana e intento recordar la pesadilla: un pueblo, una persona cayendo ensangrentada y una habitación con butacas de roble. Sin ningún tipo de sentido, aparentemente, esos recuerdos recurren a mi cada noche, una y otra vez.

“Resulta que hoy voy con el colegio a una excursión, a un lugar llamado Almagro. Pero antes nos desviaremos un poquito de la ruta para encontrarnos con el pueblo de Consuegra, famoso por sus molinos históricos y más aún por la novela de don Quijote. En el viaje del autobús todo está tranquilo, incluso yo diría que me lo pase hasta bien. Lo que más me impresiono de allí fue el castillo. A la explicación de los molinos intento concentrarme pero algo me llama la atención del castillo. Después de aquello solo recuerdo: un pasillo, lloros y gritos.”

– ¿Estás seguro de que no recuerdas nada más de aquella excursión?- preguntó Pedro.
 –Sí, ni una pizca más- afirmé.
–Pues mi diagnostico como psiquiatra es que algo tuvo que pasarle en ese periodo para que su mente eliminara toda esa información: un estado se shock, por ejemplo –.
Me quede pensando un rato en todo lo que me acababa de pasar. Tenía lagunas mentales o simplemente taponado el cerebro… no podía creérmelo tantos años y aquí se halla el problema.
–El tratamiento podría ser superarlo o atiborrarlo a pastillas por la noche, en cualquier caso si recure a la primera tendrá que hacer un esfuerzo por recordar, y eso no siempre es fácil.

Así que sin quererlo ni beberlo me veo enfrascado en un viaja a la ciudad de Almagro pero con un pequeño parón en el castillo de Consuegra. En el viaje me encontré todo tipo de personas raras y curiosas pero también normales con los que entabla conversación para no dormirme y volver a montar el numerito. Fuera lo que fuese llegue al castillo antes de lo previsto y gracias a mi placa dorada de inspector no tuve ningún problema para entrar. Algunos lo llamarían abuso de la autoridad yo lo llamo un agilizador de trámites. Mientras recorro las galerías portificadas, los pasillos húmedos de la piedra y las grandes murallas que rodean el castillo, nada me llama la atención. Casi estaba a punto de marcharme cuando oigo la voz de dos niños y como si de un torrente de agua se tratara me vienen a la cabeza recuerdos: “tres personas parecen yo diría que por la actitud una familia de tres miembros, los padres discutiendo por una tontería de una foto, el niño llorando. Salgo en busca del niño los padres de alarman y me mandan fuera a voces… y después…la plaza de siempre pera distingo que esas personas borrosas, ¡son la familia! Pero, están asustados rogando  a una figura detrás de ellos pero no la distingo. Intento girarme pero todo se nubla, se vuelve borroso”. Abro los ojos y me doy cuenta que estoy tirado en el suelo rodeado de personas auxiliándome. Consigo llegar por mí mismo al autobús y se pone de camino a Almagro. Al llegar me dirijo directamente a la comisaría donde, debido a mis influencias en la cúpula, he hecho llegar el informe y me han asignado un grupo de subinspectores.
Sin contemplaciones nos ponemos a investigar primero en los archivos y después interrogamos a las personas. Por más que preguntábamos nadie se acordaba de nada. Ni si quiera los más veteranos del pueblo, nada de nada. Entonces uno de los subinspectores nos hace llamar. Ingenuo de mí creyendo que era alguna tontería de un novato. Pero ese pensamiento se acalla al descubrir que sí que hay una señora que recuerda que hubo una serie de asesinatos por el 89, donde los cuerpos de una familia aparecieron muertos en circunstancias extrañas. Apunto todo lo que puedo y me dirijo al depósito de documentos de la región y busco el caso teniendo en cuenta las indicaciones obtenidas. Bien, encuentro el caso, pero al abrirlo me llevo una decepción ya que el informe es muy escaso y no hay pruebas aparentes.
Según el informe la autopsia no se pudo realizar correctamente y con exactitud debido a los atrasos en medicina de aquella época. Afortunadamente hay fotos detallas y completas que sin perder un instante les saco una foto y se las envió a la centralita en Madrid para ver si me pueden hacer un análisis.
Un día después ocurre lo peor. Por la mañana recibo los informes de la central diciendo o más bien intuyendo que murió por una embolia pulmonar, a causa de inyectar aire en una vena. Por eso no dejo ni rastros de sangre ni huellas digitales. Tan solo tuvo que inmovilizarles con un paralizador eléctrico, causa de que tuvieran una quemadura.
Pero aquello no fue lo peor resulta que después de averiguar el motivo por el cual esa familia dejo de respirar, hoy nos encontramos con el cadáver de mujer que nos ayudó. Después de la autopsia, ya hecha en condiciones, todo es exactamente igual.
A partir de allí nuestra investigación se llevó a cabo por la mayor discreción posible. Todo ello se le añade las cartas amenazadoras que me envía diariamente. Siempre pone lo mismo:

                                      “O paras o te matamos”

No sé de donde salen porque siempre aparecen en lugares diferentes. Y claro, sin huellas ni nada.
Yo no me acobarde y seguí con mi investigación hasta que un día la puerta de mi residencia sonó, creyendo que sería uno de los subinspectores abrí tan libremente. Lo que me encontré no fue a un subinspector, fue a dos hombres que parecían gorilas capitaneados por lo que parecía un abogado, y de los caros. Entraron sin permiso y lo que me paso después será la mayor injusticia jamás cometida:

–Vengo en nombre de la CP. – Empezó. –Tengo noticias de que usted está llevando a cabo la investigación del caso 1569 ocurrido aquí en Almagro. ¿Es eso correcto? –
–Sí. –Afirme. –
–Pues ya va a dejar de investigar la organización a la que represento no está de acuerdo y creo que podíamos llegar a un acuerdo: deje de investigar el caso y no sufrirá daños por así llamarlo accidentales. –
No me lo podía creer resulta que ahora todo tenía sentido la foto por la que se peleaba aquel matrimonio, debía de ser muy pero que muy dañina para la reputación de alguien con mucho poder. La anciana muerta por contar demasiado. Y todas aquellas cartas amenazadoras recibidas en los días anteriores.
Al ver que no les daba una respuesta se fueron de mi casa. Aquella noche no pude dormir pensando en todo aquello: ¿Quién estaría metido en ese jaleo que podía salir gravemente perjudicado? ¿Que era CP? Y por último: ¿Qué contenía esa foto?
Al día siguiente recibo la llamada de mi jefe diciendo que el caso ha sido cerrado por “falta de pruebas”. Ningún argumento sirvió para evitar lo inevitable: que el caso más raro de mi carrera lo cerraran a causa de la corrupción de los poderosos. Estaba indignado no sabía porque la policía cedía tan a la ligera. ¡Se suponía que estaban para proteger a la población no para ayudar a los más poderosos!
En vista de las amenazas, el estar yo solo y arriesgarme a que me quitaran mi placa y mi honor decidí abandonar. Cogí el primer autobús que iba a Madrid y ya no supe nada más de aquello.
–A si es como acaban las cosas después de todo. –Pensé. –Siempre se salen con la suya los que tienen dinero y poder.

Después de aquello las pesadillas ya no volvieron y no tuve que volver más a ver al psiquiatra nunca más. Pero lo que si veo es de vez en cuando un caso igual al de la familia y la anciana. Siempre lo mismo, no se supongo que algún día alguien encontrara el punto débil pero mientras tanto seremos vulnerables.

PRIMER PREMIO 4 ESO Sandra Barreda Gónzalez


Acaricio tus cabellos de oro pero tú como siempre no me percibes. Las lágrimas cristalinas que recorren los surcos de tu piel arada por el tiempo caen libremente en la almohada, siendo mis dedos invisibles incapaces de retenerlos.
Estoy a tu lado, junta al grupo de personas que esperan que el tiempo se detenga para ti y les regale unos últimos instantes contigo. Yo espero impaciente rogando, al contrario, que el tiempo se acelere y tu vida se apague.
Tu habitación ha cambiado tanto en estos años… recuerdo perfectamente cada color y cada objeto que decoró estas paredes con el paso del tiempo. Tú convertiste esta cárcel de cemento y ladrillo en un espacio de libertad, donde creíste llorar sola todas esas penas que afligieron tu corazón y fueron desgastando tu alma. ¿Lo recuerdas? ¿Recuerdas la primera vez que cerraste esta puerta de un golpe brusco para que nadie descubriese que la niñita orgullosa y altanera de siempre, lloraba por no tener un skate? Yo sí, lo recuerdo perfectamente.
El tiempo transcurre tan rápido y a la vez tan lento para mí que puedo retener en mi memoria momentos como ese. Yo me senté a tu lado mientras deslizaba la mano por tu cabello, alucinado por la ternura que desprendías y que nunca demostrabas. Tu cuarto era amarillo en ese tiempo: color que empezaste a odiar unos cuantos años después, asegurando que querías un cambio radical en tu vida y prefiriendo destrozarte los oídos con música electrónica.
La habitación la pintaste de un azul eléctrico que apenas se distinguía entre los posters y dibujos que pegaste en la pared. Debo confesártelo, al principio me torturabas con el volumen estridente del equipo de música y esos sonidos indescifrables que repetías mientras dibujabas, patinabas y leías. Con el tiempo llegaron a gustarme tanto como a ti tus libros, dibujos e incluso tu música: y es que defendías todo aquello con tanta pasión que me caló hondo. Tu madre no lo llegó a comprender jamás, y los pocos amigos que traías de visita tampoco.
Me acuerdo de la primera persona que llegó aquí y supo valorar como yo la vehemencia con la que vivías para tu arte. ¿Tú también te acuerdas verdad? El idiota ese que parecía perfecto para ti en ese momento, con quien te tirabas horas y horas conversado cobre todo lo que te apasionaba y a él también. Erais tan parecidos… ¿verdad? Hasta que un día decidió dejarte por alguien más. De manera que te ocultaste en tu soledad; pero cuando pensabas que estabas apartada de todo yo estaba ahí, absorbiendo tus penas y brindándote un consuelo silencioso.
Aquella no fue la primera vez. ¿Cuántas veces fui testigo de tus amores y desamores? ¿De historias con distintos finales que no llevaban a ninguna parte? Lo que para ti fue un tiempo perdido inútilmente, para mi fueron momentos en los que te perdía, abandonada en manos de otros que no supieron desnudar tu alma, pero si tu cuerpo. Aquellos que ni siquiera se esforzaban por conocerte. Transcurridos unos años te convenciste de que no necesitabas a nadie y te marchaste a Roma, a cumplir tus sueños.  No pude dejar de llorar tu ausencia. Debí engañarme pensando que no volverías, que no sería testigo nuevamente de tus ojos grises reflejando tus más ardientes deseos. Sin embargo, estuve ahí, junto a esa ventana todos esos años. Recordándote, aferrándome a la esperanza de verte cruzar la calle algún día y que finalmente volvieses junto a mí. Estaría de más explicarte cómo me sentí el día que atravesaste esa puerta, como si nunca te hubieses marchado. Me lancé a tus brazo, a sabiendas de que no me sentirías, consolándote como antaño; sintiendo impotencia por no ser capaz de retener esas lagrimas mientras te preguntabas por qué nuevamente la vida te golpeaba de esta manera; llevándose a tu padre esta vez. Me sentí feliz ante tu desgracia. Fui egoísta, lo sé. Tú sufrías, pero estabas de nuevo a mi lado. Nada me importaba más. Mientras tú creíste estar encerrada en una prisión de soledad, yo vivía el cielo en la Tierra. Acompañándote sin ser presenciado., abrazándote sin que sintieras mis brazos, besándote en los labios mientras dormías.
Te miras al espejo y ves y ves correr el tiempo deteriorando tu piel y destiñendo tus hermosos cabellos. Yo, a tu lado, cada vez te veo más hermosa, con el tiempo mellando experiencia y sabiduría en tu mente y en tu corazón. Y ahora, finalmente, llegó el momento que esperé toda tu vida; nuestra vida. Ya atravesaste esta etapa de existencia llamada vida, la misma que yo atravesé ya ni sé cuánto tiempo atrás.

Tu marido y tus sobrinos sollozan, yo sonrío. El médico toma tu pulso y toco tu corazón. Tu vida se extingue. Al fin. Tu alma es finalmente libre de esa prisión de carne que te ata a este mundo  de sufrimiento y mentiras, de alegrías pasajeras que se olvidan con el tiempo. ¿Estás desconcertada? Mañana será otro día. El día en que, por fin, nuestras almas se unan para siempre.

4 ESO Gema Camino Bravo

El chico suspiró y dejó la carta sobre la mesa. La observó detenidamente, tal vez orgulloso, tal vez triste, tal vez pensativo. Era sin duda su mejor obra. La había escrito en forma de poesía, no sabía muy bien por qué. Le gustaba mucho la escritura, pero nunca se había arriesgado a crear un poema. Sonrió, dándose cuenta de lo raro que era. Aunque no era una sonrisa feliz, sino amarga.
Se levantó de la silla, dejándolo todo estrictamente ordenado. Así se lo había enseñado su padre, un militar de alto rango que seguía y hacía seguir las normas al pie de la letra. Se mordió el labio y recordó la cantidad de veces que aquel fornido hombre le había maltratado, ya fuera física o psicológicamente. Pese a que no eran pocas, recordaba con claridad cada una de ellas, como si hubieran ocurrido ayer. Precisamente por la obsesión de su padre con la perfección en todos los aspectos, el chico estaba sometido a una gran presión. Sus notas nunca bajaban del diez, en todas las asignaturas. Y nunca recibió una felicitación por parte de nadie, era lo que se esperaba de él. Quizá demasiada presión para su mente adolescente.
Cerró la puerta de su habitación y comenzó a recorrer el pasillo, mirando fijamente la puerta que se hallaba al final. Se paró, no obstante, frente a la puerta del salón. Su madre se encontraba sentada en el sillón, observando la televisión apagada. Él sintió un pinchazo de tristeza en el corazón. Esa mujer, siempre tan enérgica y divertida, dispuesta a ayudar a cualquiera, ya nunca sonreía, y apenas podía ayudarse a sí misma a sobrevivir.  Se había convertido en una especie de zombi que nunca hablaba ni miraba a nadie, tras la muerte de su segundo hijo. Ni siquiera había llegado a nacer, pero ella le había querido más que a su vida. En la planta superior aún quedaba la que iba a ser la habitación de su bebé. Nadie se atrevió a tocarla desde el trágico suceso. El chico se mordió el labio y continuó avanzando, sin ser capaz de resistir más tiempo mirando aquella sombra de la mujer que un día fue su madre.
Siguió andando. Ya estaba cerca, pero hizo una última parada. La puerta de esta habitación estaba ya abierta. En su interior, una niña de cinco años estaba sentada en el suelo, jugando con sus muñecas. Vestía un precioso vestido rosa, tan diminuto como ella. Era la chica más guapa que había visto, y sabía que jamás podría conocer a una más perfecta. Las lágrimas aparecieron en sus ojos al mirar más arriba, hacia la cabeza de su hermana. Recordaba lo mucho que siempre había querido y cuidado su cabello. Una melena larga, demasiado para su edad, era lo que había tenido. Ahora no quedaba rastro de ella. Piel era lo único que recubría su cráneo. Sin embargo, en su inocencia infantil, era feliz. A pesar de tener un padre que nunca estaba en casa, y una madre que sería mejor que no estuviera, ella era feliz. El chico sintió una punzada de culpabilidad, y se alejó, sabiendo que si seguía pensando en ella, se echaría atrás, como tantas otras veces.
Por fin abrió la puerta, y su decisión flaqueaba por momentos. La cerró, echando el pestillo, no sabía muy bien si para que no entraran, o para no salir él. Se miró unos segundos al espejo, haciendo acopio de valor. Tras contar mentalmente hasta cien, se apartó de la encimera. Echó un vistazo a la bañera. La había llenado hasta arriba porque era demasiado cobarde incluso para sentir dolor. Sintiendo asco hacia sí mismo, se metió en ella. El agua estaba fría, pero eso no le importaba. No hizo siquiera esfuerzo por desvestirse. No le gustaba su cuerpo, y no quería que lo encontraran desnudo. Cogió la cuchilla, y todo pareció transcurrir a cámara lenta, aunque supo que sólo duró unos segundos. Respirando profundamente, deslizó el filo sobre su piel, una única vez, aunque supo al instante que con eso bastaría. La dejó caer al suelo, sin preocuparse por el orden ya, mientras su sangre comenzaba a discurrir por su brazo. Y al igual que aquel líquido, los pensamientos fluyeron por su cabeza, aunque al contrario que éste, haciéndose cada vez más débiles. El último pensamiento que tuvo, curiosamente, fue la misma frase que ocupaba las últimas líneas de su nota de suicidio: “Mañana será otro día,/ pero yo ya no estaré aquí”.


4ESO: Fernando Royán Juanes

DOS BIOGRAFÍAS.
Algunos sueños se hacen realidad, otros no, pero sigue soñando, como hicieron estos dos hombres. Pero, realmente, ¿supieron interpretar sus sueños? ¿No serían, en realidad, pesadillas? Aquí se pueden leer las biografías de sólo dos filósofos pero también son dos biografías universales, de todos los hombres.
Nació sin querer. Recibiendo una educación burguesa, entró en la universidad a estudiar teología, con el único objetivo, quizá, de estudiar teología. No sería ésta la única contradicción que le tocase vivir, pronto se daría cuenta de muchas otras. Comenzó con la filosofía, Husserl y la fenomenología le abrieron la mente, pusieron su cerebro a funcionar. La angustia pronto sería su verdadera musa, aquella que haría que su pensamiento fuese nuevo, una visión completamente innovadora sobre estos seres que andan por la tierra, que lloran y se alegran sin saber por qué, que mueren sin haber vivido. En un tono conmovedor, casi místico, redactó su gran obra. El ser-en-el-mundo que se agobia, que se angustia, que lleva la existencia como un lastre y el tiempo como su mayor desgracia. Un Ser que se pregunta por sí mismo y que se da cuenta del regalo trágico que es la existencia. Un Ser que se dirige sin quererlo hacia la nada, hacia la muerte.
Unos años después volvió a mirar el mundo. Esta vez era otro, las cosas habían cambiado en su pensamiento, esta vez vio a un Ser olvidado de sí mismo y de la Tierra. El mercantilismo y la colectivización, esos dos cánceres del espíritu que tanto daño estaban causando a los valores del hombre. Cambió, perdió la piedad, no sólo el cristianismo era ya un atentado contra la vida, ahora lo era también la técnica. Ya no le importaba que muerieran los débiles, al contrario, había que ayudarlos a morir. Solo aquel Ser que fuese capaz de preguntarse por el Ser, de mirar de cara a la muerte, de encontrar la fuerza en medio de la tempestad, era realmente digno de vivir. Alzó el brazo deseando victoria al Fürher, convertió a sus alumnos en bestias indomables, en hombres con valores aristocráticos y con una voluntad de poder casi infinita. Pero su sueño fracasó. Calló. Escribió y criticó el humanismo. Ya no había salvación para el Ser, ya no quedaba ni una sola motivación para hacer resurgir el espíritu y poner la sangre sobre la tierra. La ciencia, que no piensa; la técnica, que sólo hace al humano retroceder, se extendían por el mundo. Él, sin embargo, en su cabaña, aumentando cada día más su antihumanismo, atormentado por el presente más que por el pasado, viendo a un hombre condenado, un hombre que se había olvidado de existir y de pensar; murió en su cama, no se sabe si soñando o llorando, marchó a la nada.

                                                                                             *

Nació siendo muy querido. Recibió siempre el cariño de su abuela, de su abuelo. El amor de su madre, de su padre. Un niño, sin embargo, a pesar de ésto, incapaz de hablar, de relacionarse. Consagró desde adolescente su vida y su pensamiento a las palabras escritas, probablemente para aliviar las heridas del corazón. La filosofía era su consuelo, su desdicha, su deseo, su existencia. A la vez que cortejaba a cuantas mujeres como podía, estudiaba fenomenología, psicoanálisis. De pronto, leyó un libro, vio al Ser por primera vez y no pudo dejar de preguntarse por él y su lamento. Marchó a la Resistencia, allí vio cómo usaba el hombre su libertad, vio la maldad humana en su grado máximo pero también su bondad, su humanidad. Consagró después su pensamiento a la libertad, a la toma de decisión, clave para entender la existencia del Ser y su angustia. También pensó en la nada que era pues, el pasado y también el futuro. Él, al instante, era ya otro, estaba muerto en el pasado, arrojado a un futuro incierto y condenado a aceptarlo. Su añoranza por la libertad, le llevó al marxismo, su humanismo, al comunismo. Para él un hombre verdadero era un campesino, alguien capaz de vivir la totalidad del mundo, de no dividir su trabajo, de no alienarse, de saber todo de todo. Sólo la desaparición de la alienación podía llevar al hombre a la libertad y a ella dedicó sus letras y su tiempo. Al preguntarse ¿qué queda? Respondió: un hombre hecho de todos los hombres. Un hombre capaz de pensar lo que todo y como todos, de sentir lo que todos los hombres sienten y han sentido, de hablar en nombre de todos, pues sólo “él-para-otros” era su verdadera existencia, su libertad en la libertad de los otros, en cuyos rostros alguna vez reconoció el Infierno. Buscó ser un cualquiera, valer lo que todos y lo que ninguno. Así rechazó toda distinción, todo premio, todo reconocimiento. Ser como todos se convirtió en una obsesión, quizá debido a aquella locura suya que siempre le había distanciado de las seducciones de la élite. Fue a lugares donde la arena era ya arena y no un objeto de mercado, pudo sentir la arena como arena libre, arena de todos los hombres, sin dueño. Se fue haciendo viejo, cada vez había menos puertas abiertas, el cemento acechaba sobre él, para convertirse finalmente, como es el destino de todos, en un muro. Sin embargo, siguió alabando el espíritu de la juventud y su imaginación, y sus ganas de cambio y de renovación. Ciego, alguien que ya no podía leer, cuando eso era lo único que siempre había tenido; sólo le quedó agarrarse a aquella ilusión siempre mágica: la esperanza. Llegó a un mundo feo y se iba de un mundo horrible. Alguien que había puesto toda su libertad al servicio de las mayorías, un humanista pleno y que, sin embargo, no veía una reacción del hombre, no veía una verdadera revolución, una verdadera voluntad. Finalmente, aceptando a Dios, viéndose como un ser prefigurado, murió, negándose a sí mismo y a toda su obra, marchó a la nada.


Ahora me doy cuenta de que éstos pueden parecer sólo dos hombres, que soñaron, pero no es más que un reflejo del siglo XX, donde todos los hombres soñaron lo que ellos y tuvieron que decidir qué hombre ser, o, mejor dicho, como era realmente el hombre. Muchos más hombres fueron ellos, y ellos, sólo dos hombres, que, desnudos o vestidos, no quisieron saber perder ni dejarse ganar ya no había ni victoria ni derrota, sólo una meta y lo importante, y lo difícil, era, solamente, llegar. Todos hemos sido y seremos, aunque sólo sea durante un segundo, esos hombres.

4 ESO Álvaro Bernárdez Hernández

Me despierto sofocado, nervioso, como si hubiera tenido una pesadilla. Me toco la cara, me la pellizco, me aseguro de que estoy despierto. No se escucha nada ni un solo ruido, ni un solo murmullo como de costumbre. Me levanto de la cama y empiezo mi rutina en este sombrío lugar. Tengo ya 17 años pero me sigue dando miedo bajar las escaleras sabiendo que no hay nadie en casa desde que mi padre y mi madre desaparecieron... llego a la cocina, me preparo unas tostadas y me afeito, cojo las gafas de sol, me voy de camino al colegio.

Siempre voy despacio, sin prisas para no despertar dudas entre estos seres. Son las 11 de la noche y ya ha sonado la campana, vuelvo a llegar tarde como de costumbre. Llego 5 minutos después aunque al profesor no le extraña, siempre me pasa lo mismo y me deja sentarme en mi sitio. Me suelo sentar cerca de una lámpara que casi no luce y a estos seres les molesta esa poca luz. Yo para no levantar sospechas, me pongo las gafas de sol y hago como si me molestara, aunque en realidad lo que ocurre es que me hace sentirme un poco mejor. En la clase hay tres lámparas que no dan casi nada de luz por lo que cuando el profesor me pregunta por algo que hay escrito en la pizarra, no le respondo, no porque no sepa la respuesta sino porque no lo consigo leer .A mis profesores les extraña porque en los exámenes si saco buenas notas, de momento no he repetido ningún curso y es lo que quiero, terminar el colegio y alejarme todo lo posible de ellos, aunque eso será muy difícil.

Cuando llega la hora del comedor es la parte que más odio del día, comer. Siempre nos ponen lo mismo, un trozo de carne que chorrea sangre por todas partes. Todo el mundo se lo come encantado, como si estuvieran en un restaurante comiendo su comida favorita pero yo no puedo.

Me gusta estar solo, alejado de ellos. He intentado no destacar en nada para no ser popular ni conocido. Parece que eso de ir de marginado atrae a las chicas y
me preguntan si les puedo ayudar con los estudios o alguna otra cosa para estar con ellos y siempre las rechazo, pero hay una que nunca me ha dirigido la palabra, ni siquiera me mira. Hoy todo ha cambiado porque me ha mirado con cara de sospecha como si hubiera visto algo en mí, eso me inquieta.

Cuando llego a casa al finalizar el colegio, me quedo más tranquilo. Llego a casa sin prisas, cierro todas las persianas porque en una hora sale el sol y la policía viene para revisarlo. Una vez que pasan por mi casa me relajo, cierro la puerta y  me tumbo en la cama, este es mi momento favorito del día cuando esos seres no están andando por la calle y puedo salir a disfrutar de la luz del sol, comer alguna fruta para olvidarme del sabor de esa carne. Lo peor de esto es que esta forma de vida casi no duermo y siempre se me pegan las sábanas.

-¡Me he quedado dormido!

Estoy corriendo de camino a casa casi es de noche otra vez y esos seres volverán a la calle, solo quedan unos pocos minutos de sol. Consigo llegar a casa pero ya hay de esos seres ahí fuera. Están nerviosos, huelen algo, estoy sudando. Rápidamente me voy a la ducha mi cuerpo ya no huele pero mi ropa sí, hay una multitud de ellos rodeando mi casa, me entra el pánico, no sé que hacer. Gente llama a la puerta, golpea las ventanas, de los nervios me caigo al suelo, me hago una herida y empiezo a sangrar.
 Ya no se  escucha nada, pero de golpe la puerta se rompe al igual que las ventanas, empiezan a entrar a centenares, cierro los ojos, este es mi fin.

No pasa nada, abro los ojos, el tiempo se ha parado, veo a mi madre como un ángel que me dice:

- Algunos sueños se hacen realidad, otros no, pero sigue soñando.


Me despierto sofocado, nervioso, como si hubiera tenido una pesadilla. Me toco la cara, me la pellizco, me aseguro de que estoy despierto. No se escucha nada ni un solo ruido, ni un solo murmullo. Me levanto de la cama y comienzo mi rutina.

PRIMER PREMIO BACHILLERATO: Nicolás Olabarria García

Querida Mary:
         El otro día estuve pensando en ti, bueno, más bien en nosotros. Desde el día que te conocí mi vida tomó un giro inesperado, me convertí en un hombre enamorado. Volviste mi aburrida vida de dentista en una maravillosa aventura. Todos los días esperaba impaciente que llegara la tarde, para poder librarme de la aplastante rutina y reunirme contigo. Eras lo único que me importaba, eras mi vida, eras mi salida del aburrido mundo cotidiano. Me gustaba encontrarme contigo, ver tu coqueta figura entre la niebla de Londres, bajo la farola en la que siempre te pones, esperándome. Allí, bajo esa misteriosa luz, parecías alguna diosa pagana de los antiguos días. Era entonces cuando me sentía importante, cuando me sentía querido, ese instante en el que te girabas y exclamabas con emoción mi nombre. Esas tardes en tu casa son recuerdos hermosos que forjamos entre los dos, recuerdos que me acompañarán hasta la muerte. Es por esos recuerdos por lo que no me importaba mentirle a mi mujer al llegar a casa, decirle que el perfume era mío, que los besos eran moratones. Por ti mi amor, he mentido, por ti he hecho daño, y a cambio solo he recibido mentiras
         Mentías cada vez que me veías, cada vez que me sonreías, cada vez que me besabas, cada vez que satisfacías mis fantasías más salvajes, y yo inocente te creía. Yo vivía enamorado, y tú también pero no de mí, sino de mi dinero. He visto lo que haces, te he vigilado, te he estado observando, vi lo que le hacías a ese marinero rudo y a ese juez borracho. Te he visto llamarles con los mismos nombres cariñosos que a mí. Has pecado Mary Jane, has causado dolor, eres un ser sin corazón, pero en realidad sigo enamorado de ti, por eso he ideado un método para redimirte de tus pecados.
         Esta noche iré a el sitio donde te reunías conmigo, no ese cuchitril donde ejerces tu indigno oficio, sino en tu farola, donde brillas con mayor esplendor. Iré allí y me encontraré contigo. Al principio te alegrarás de verme y me cogerás del brazo como sueles hacerlo. Intentarás entonces hablarme, con esa tonta conversación que mantienen a veces los enamorados, pero yo me abstendré, no volveré a caer en tus garras, no me volverás a hacer daño.
         Lentamente te conduciré paseando hasta un callejón, un callejón oscuro como tu corazón, y allí sacaré mi cuchillo. No lo entenderás al principio, pensarás que es algún tipo de juego, de fantasía sexual, pero no te preocupes, cuando el cuchillo penetre en tu carne empezarás a comprenderlo. Puede que lo comprendas antes y supliques como la puta que de verdad eres, pero no me pararás, te amo demasiado para eso. No tengas miedo, yo te conduciré por el camino correcto, estoy aquí para ayudarte.
         Te clavaré el cuchillo, y gritarás mi nombre, yo te susurrare el tuyo al oído. En ese acto de amor se mezclará la dulce sinfonía de la carne cortándose y de los tendones partiéndose, formando himnos a una deidad ya olvidada. Ebrio del olor de tu sangre te bañare en ella para que te limpies de tus pecados, para que seas libre, para que vuelvas a ser pura, para que vuelvas a ser mía, mi Mary Jane. No te preocupes, esto ya lo he hecho antes, ya he liberado almas pecadoras, ya tengo experiencia, pero contigo será diferente, porque tú eres mía, eres mi corazón.
         Lo siento Mary, pero es la única manera de que vuelvas a ser mía, de que seas la de antes. De esta manera quedaremos los dos libres, tú de este mundo y yo de ti. Podré volver a mi aburrida, pero segura vida de dentista. Esconderé tu cadáver en tu piso, el que una vez fue el santuario de nuestro amor ahora será el templo de tu redención. Luego volveré a ser el dentista que vuelve a su casa tarde, por una última vez. Abriré la puerta besaré a mi mujer, cenaré, le daré un beso de buenas noches a mi hijo y me acostaré, esperando reunirme contigo en el infierno. Mañana será otro día, pero hoy, solo para ti, soy Jack.


                                                                           Jack el destripador

BACHILLERATO Alberto Maqueda Canoyra

UN DÍA EN LA VIDA
-          ¡Ring! – sonó la alarma. Hacía meses, tal vez años, que no recibía un encargo de nadie, pero al pobre detective privado Miguel Rot le gustaba madrugar para creer (o intentarlo al menos) que iba a tener trabajo. Aunque fuera de los aburridos, de los de señora mayor que pierde su gato y no se le ocurre otra cosa que telefonear a un detective privado para que buscara al pobre bicho. No era pedir demasiado. No estaba exigiendo un encargo de encontrar al asesino de un multimillonario…
Su estómago, cabreado, le recordaba día tras día que también estaba falto de actividad: con la falta de ingresos no abundaba demasiado el alimento. Para colmo, en los peores momentos imágenes de corderos asados o chuletones de buey iban y venían por su cabeza.
Pero sucedió que el día siguiente iba a ser el día. Como era habitual, a las ocho y media de la mañana sonó el despertador, y a eso de las doce lo hizo el teléfono.
A esa misma hora, en el otro lado de la ciudad, sonaba otro teléfono: El del asesino a sueldo Abraham López. En pocos minutos estaba resuelta la cuestión: Acabar con la vida de Roberto Sánchez, profesor de universidad. Abraham sonrió: matar profesores era su encargo favorito. Y además el tal Roberto no era un tipo cualquiera: al parecer, el año anterior había ganado la lotería, y desde entonces se había vuelto insoportable. En vez de dejar de trabajar para disfrutar de su fortuna, decidió seguir dando clases para poder seguir suspendiendo. Adoraba poner exámenes imposibles y observar las caras de sus víctimas. Sí, era un cabrón. Uno de tantos. Pero esa vez él era el elegido. Abraham calculó por la voz que el trabajito lo ordenaba alguien joven. Una de sus víctimas. Esa misma tarde recibió la suma de dinero del que resultó ser un estudiante: 1250 euros, tarifa habitual. Había ganas de acabar cuanto antes, al parecer. Acordaron que para la tarde del día siguiente ya estaría hecho.
Mientras todo eso sucedía, Miguel Rot también contestó a su llamada. Roberto Sánchez, viejo amigo suyo, le invitaba a tomar una copa. “Mañana por la tarde”, acordaron.
La mañana siguiente siguió su curso normal. Abraham López ya había averiguado la dirección del profesor, justo enfrente de unos grandes almacenes. Miguel seguía sin recibir ningún encargo. Roberto suspendió a veinte personas de treinta y dos.

La tarde llegó, y Abraham llevó a cabo el procedimiento habitual cuando el objetivo estaba enfrente de un centro comercial: Se disfrazó de señor de la limpieza y se dirigió a los baños del lugar. Colgó un cartel de “limpiando” en la puerta para que nadie interrumpiera la faena. A continuación, y con ayuda de un soplete y otras herramientas, hizo un agujero en la pared y montó en seguida su fusil de precisión. Siete y media de la tarde. Tuvo que esperar casi una hora hasta que por fin vio aparecer al profesor con otro hombre. Joder, ¡era idéntico! Esperó. Estaba nervioso. Su corazón hacía mucho ruido. Respiró hondo un par de veces y volvió a centrarse en su objetivo. Nueve menos cuarto de la noche. Casi una hora y media de espera. Muy nervioso, casi temblaba. Apuntó hacia el objetivo. Los dos hombres estaban juntos, y uno de ellos le enseñaba al otro algo. Papeles, parecían. Ya no pudo más. Disparó. Y falló. Un segundo disparo, que dio logró acabar con la vida de un hombre. Comprobó con horror que se había equivocado de hombre. Al borde de la histeria e incapaz de controlar la situación, se apuntó a sí mismo y disparó. Mañana será otro día.